Lo primero que se requiere para comprender lo escrito por Schettino es entender que el mercado es la relación de intercambio que se establece entre oferentes y demandantes, cuyo resultado es el incremento en el bienestar de ambas partes, ya que cada una de ellas valora más lo que recibe que lo que da. Salvo en el caso de engaño el mercado no daña, al contrario: beneficia. ¿Cuándo fue la última vez que usted, lector, llevó a cabo un intercambio, en calidad de oferente o de demandante, sin haber logrado que, después del mismo, su situación mejorara?

Afirmar, ya sea por ignorancia, ya por mala fe, que el mercado daña, es una tontería que no pasa el examen de la experiencia, es decir, de los muchos intercambios, de todo tipo, que realizamos los seres humanos diariamente, con un solo objetivo: mejorar nuestra situación, elevar nuestro nivel de bienestar. Y, sin embargo, hay quienes, una y otra vez, afirman que el mercado daña, y que el daño debe ser reparado por el gobierno, no eliminándolo total y definitivamente, pero sí regulándolo, es decir, modificando, ¡arbitrariamente!, los resultados a los que, libremente, intercambiando bienes y servicios, hubieran llegado los agentes económicos, lo cual, obviamente, beneficia a una de las partes, perjudicando a la otra, lo cual plantea la siguiente cuestión: ¿dónde queda la legitimidad de un gobierno que, al beneficiar a algún gobernado, termina perjudicando a otro?

¿Realmente puede el gobierno hacer que los mercados, es decir, los intercambios de mercancías, den mejores resultados regulando la actividad de oferentes y demandantes? Porque una cosa es que el gobierno garantice, como debe ser, que oferentes y demandantes cumplan sus contratos, y otra muy distinta que, por la vía de la regulación, determine los términos de los mismos, ya sea en materia de precio, de cantidad, de calidad o de servicio. Lo primero es válido y necesario. Lo segundo no.

La regulación gubernamental de los mercados es la regla y no la excepción, sobre todo en mercados considerados estratégicos, regulación que, sin eliminar la relación de intercambio, sí le impone lastres y obstáculos, restándole eficacia, resta que da como resultado un menor nivel de bienestar en comparación con el que se hubiera obtenido si la regulación no existiese.

Regular quiere decir ajustar, reglar o poner en orden algo; ajustar el funcionamiento de un sistema a determinados fines; determinar las reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo, todo lo cual, intercambiando en el mercado, lo hacen mejor los agentes económicos que el gobernante, lo cual quiere decir que la pregunta no es ¿regulación o no regulación?, sino ¿autorregulación o regulación gubernamental del mercado? El mercado es un proceso que se regula a sí mismo, es decir, que regulan oferentes y demandantes. El mercado encuadra bien en las definiciones de regulación: reglar o poner en orden algo; ajustar el funcionamiento de un sistema a determinados fines; determinar las reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo. Sin embargo, legión son los que opinan que al mercado debe regularlo el gobierno, regulación gubernamental del mercado que es la principal causa de que los mercados no funcionen como debieran, con todas las consecuencias que ello trae consigo.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.