Williams no considera que la redistribución, por la cual el gobierno les quita a unos para darles a otros, sea justicia social. Yo tampoco, lo cual no quiere decir que coincida con Williams, a quien debo preguntarle ¿por qué no la considera justicia social? ¿Por qué no es social? o ¿Por qué no es justicia? Mi respuesta es porque no es justicia.

Parto de la definición de Ulpiano: “Justicia es la constante y perenne voluntad de darle a cada quien lo suyo”, siendo lo suyo de cada quien el derecho de cada cual, derechos que son tres: a la vida, a la libertad y a la propiedad. La justicia es el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de los demás, sin olvidar, primero, que la propiedad es la condición de posibilidad de la libertad, de tal manera que cualquier atentado en contra de la primera es, también, un atentado contra la segunda, y, segundo, que la tarea que justifica la existencia del gobierno es garantizar la vida, la libertad y la propiedad de los gobernados, razón por la cual resulta una contradicción el gobierno que, independientemente de cuáles sean las intenciones que lo animan, termina violando estos derechos, violación que, sobre todo con relación a la propiedad, y por lo tanto a la libertad, se lleva cabo so pretexto de la justicia social, que podrá ser social, pero nunca justicia, mucho menos cuando se la concibe como redistribución, con el gobierno obligando a unos a entregarle parte del producto de su trabajo para beneficio de otros, suponiendo que, la vista puesta en el largo plazo, realmente sea para beneficio de los terceros.

Llagados a este punto hay que señalar una diferencia que, muchas veces, pasa inadvertida. Una cosa es que cada quien, voluntariamente, esté dispuesto a ceder, a favor de alguien más, parte del producto de su trabajo, lo cual es por demás loable, y otra muy distinta que el gobierno nos obligue a entregarle parte del producto de nuestro trabajo para dárselo a alguien más, lo cual es una injusticia, siempre disfrazada de justicia social. Williams lo dice sin rodeos: “Es bastante bajo el privarme del fruto de mi labor para el beneficio de otro individuo que no sudó mi sudor”.

Y tiene razón, eso no es justicia social, y no por no ser social, sino por no ser justicia. ¿De qué se trata entonces? Simple y llanamente de una injusticia, cometida por el gobierno en contra de individuos, aquellos a quienes obliga a entregarle parte del producto de su trabajo para, a su vez, entregárselo a alguien más, sin olvidar la parte que se queda el repartidor, que bien puede ser la tajada de león. Así la cosas, la llamada justicia social no deja de ser injusticia individual, cometida por el gobierno en contra de algunos de sus gobernados (los contribuyentes) y a favor de algunos otros (los beneficiados de la redistribución), sin olvidarse de ellos mismos (los gobernantes).

Ya nos dijo Hayek que debemos tener cuidado con las palabras comadrejas, por lo general adjetivos que terminan por distorsionar el significado real del sustantivo al que adjetivan, tal y como sucede con el adjetivo social adjetivando al sustantivo justicia, sustantivo que, a lo largo de la historia, ha sido adjetivado de muchas maneras (por ejemplo: justicia conmutativa y justicia distributiva, conceptos que nos vienen de Aristóteles), siendo que si hay algún sustantivo que no admite adjetivo ese es justicia, sobre todo si la misma consiste en la constante y perenne voluntad de darle a cada quien lo suyo, es decir, en el respeto irrestricto a los derechos de los demás. ¿Qué adjetivo cabe para tal sustantivo?

Cada vez que se adjetiva a la justicia, el resultado es una injusticia.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.