La elección federal del próximo domingo es crucial porque el futuro del país está en juego. A quién se elija como el siguiente presidente de la República y como quede conformado el Congreso de la Unión serán determinantes para el bienestar futuro de los mexicanos. Todos queremos, como agentes racionales que somos, que el bienestar de nuestros hijos sea mayor al que nosotros tenemos; queremos que, a la misma edad que tenemos el día de hoy, nuestros hijos tengan un mayor nivel de vida, que su ingreso real sea superior, que los bienes y servicios a los que tengan acceso para la satisfacción de sus necesidades sean más y de mayor calidad; queremos, al final de cuentas, que la economía mexicana experimente un proceso sostenido de desarrollo económico, uno caracterizado por mayores niveles de ingreso por habitante, menores índices de pobreza y una menor inequidad en la distribución de la riqueza y del ingreso.

Dado lo anterior, tenemos frente a nosotros, a dos días de las elecciones, dos visiones totalmente diferentes del mundo, dos visiones que en muchos aspectos son contradictorias, tanto en sus fines como en los medios para alcanzarlos. Dos visiones que arrojan resultados totalmente diferentes.

Por una parte tenemos una postura que pone al individuo como el eje central de la economía, una en donde el individuo es mayormente libre de elegir qué es lo que más le conviene cuando decide cómo asignar los recursos de su propiedad, una en donde las principales funciones del gobierno son: primero, dotar a estos individuos de reglas del juego claras con un marco legal que defina eficientemente los derechos privados de propiedad; segundo, un poder judicial fortalecido que proteja estos derechos y garantice el cumplimiento de los contratos; tercero, generar las condiciones para que los mercados operen en un contexto de competencia con una plena integración de la economía mexicana a la economía mundial; cuarto, instrumentar políticas públicas que doten a los individuos de los elementos mínimos necesarios para que puedan ejercer, de manera activa, su libertad de elección; quinto, garantizar la estabilidad macroeconómica a través de una política fiscal no deficitaria y con respeto irrestricto, de jure y de facto, a la independencia y autonomía del Banco de México; sexto, contribuir junto con el sector privado a la expansión de la infraestructura del país. En resumen, una visión del mundo y del papel del gobierno que en muchos aspectos cae dentro de lo que se conoce como un “íntegro estado de derecho”, uno en donde reina la libertad individual para elegir.

Tenemos por otra parte, una postura en la cual el individuo es visto como una pieza más en el “engranaje social”, uno en donde el bienestar individual se subordina a un indefinible e inalcanzable “bien común”, uno en donde se le limita al individuo su libertad para elegir. En esta visión del mundo, el gobierno asume para sí la responsabilidad de hacer felices a todos los individuos sin tomar en consideración que los recursos son escasos. En esta visión, el gobierno se asume como el poseedor absoluto de la verdad y cree saber qué es lo que le conviene a cada uno de los individuos cuando en realidad lo que refleja son las preferencias de un individuo que actúa como un “dictador benevolente”. En esta visión del mundo, el gobierno es el “ogro filantrópico”, que da y quita a su antojo. En esta visión el gobierno decide quién triunfa y quién no, quienes merecen el apoyo gubernamental y quienes no; una visión en donde, estando el individuo subordinado a la búsqueda del “bien común”, el gobierno se asume como el principal promotor del crecimiento económico, normalmente a través de un gasto público creciente y deficitario financiado con deuda e inflación. En suma, una visión del mundo en la cual el individuo y su bienestar no importan, todo sea por un inalcanzable “bien común”.

La evidencia es muy clara: economías en donde rige la libertad individual son países que experimentan un proceso sostenido de desarrollo económico, mientras que economías en donde el gobierno se asume como el “motor del desarrollo”, son países que no crecen, países en donde el nivel de bienestar está estancado o inclusive cayendo.

En dos días tenemos que elegir entre la libertad y la subordinación. Usted decide qué quiere para sus hijos.