Hablar de economía sin espejismos, como lo hace Manuel en su libro, implica asumir posiciones que, si bien nacen de un mundo donde existe la escasez (y, por lo tanto, donde es necesario economizar), son también vistas con malos ojos en el mundo de la política.
Hoy
se presenta un estupendo tracto sobre la economía mexicana, escrito por un
extraordinario economista,
Así,
en este libro, Economía Mexicana para
Desencantados, nos encontramos con dos premisas. Por un lado, los
resultados de la lógica económica no siempre coinciden con los buenos deseos de
políticos, aunque siempre generan consecuencias negativas cuando éstos son
ignorados. Por otro lado, la mediocridad del desempeño económico en este país
ha creado frustración generalizada con el proceso económico, un “desencanto”
con las propuestas económicas para lograr la prosperidad a largo-plazo, o su
equivalente, lo que el autor describe como “el renacimiento de mitos, panaceas,
y falacias pregonadas como vías de desarrollo.”
Hablar
de economía sin espejismos, como lo hace Manuel en este texto, implica asumir
posiciones que, si bien nacen de un mundo donde existe la escasez (y, por lo
tanto, donde es necesario economizar),
son también vistas con malos ojos en el mundo de
Puede
haber decisiones, como implementar subsidios o regímenes preferenciales o
protección regulatoria, que conllevan ciertos
beneficios visibles a un sector, pero con una gama de costos invisibles para otros
sectores. De igual forma, ciertos cambios requeridos, como la apertura en
electricidad, pueden perjudicar los privilegios de unos cuantos, pero a costas
de los beneficios que sacrifica el resto de
La
gente, en la acción humana, responde a incentivos—positivos, como negativos. En
el campo del comercio internacional, por ejemplo, ello significa que el
comercio libre permite la especialización, y la reducción de costos de
oportunidad, al intercambiar lo que uno hace bien, por otros bienes y servicios
que otros hacen mejor que uno. Como explica el autor, por lo general, los
mercados y el sistema de precios pueden, por medio de mayor intercambio entre
individuos, conciliar nuestras “aspiraciones,” las cuales siempre se ven
afectadas por distorsiones generadas por una regulación, intervención, impuesto
especial o protecciones sectoriales.
Los
economistas, así vistos, no son ni buenos ni malos—son seres que pueden, en su
momento, identificar desperdicios, oportunidades de desarrollo, o resultados
negativos de ciertas acciones públicas. Los recursos son escasos. Ello implica
que se debe buscar la combinación máxima de bienes producibles. En las palabras
de Manuel, palabras escritas sin espejismos, “la aspiración de que el Estado
puede dedicarse a todo, sin sacrificar nada, es una fantasía.”
En estos
tiempos de confrontación política, resulta muy bienvenido leer un texto que
hable sin espejismos. Mejor aun cuando, en medio de tanto desencanto, la
exposición de estos temas se hace “con sencillez, sin trivializar,” los
principios que requerimos para elegir, tanto como agentes de la vida real como
ciudadanos participando en la formación de una sociedad abierta.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.