Cada semana el ambiente político-electoral eleva su tono, y las confrontaciones seguirán en ascenso a medida que se acercan los comicios presidenciales. Es mucho lo que está en juego, grandes negocios al amparo del poder por un lado, y por otro la continuidad del modelo actual. El sistema no está en juego, en este sexenio ha demostrado su amplia capacidad de supervivencia.

Sí, me refiero al sistema en el que se dice “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, el de “no me des, ponme donde hay” y el mismo en el que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.

Está en juego la restauración, ya que sabremos si la alternancia en el poder ha durado sólo 6 años, y finalmente los ciudadanos optamos por la restauración. Para los mexicanos no sería difícil ver al PRI de nuevo en la silla presidencial, puesto que ya gobierna en la mayor parte del país y -de diversas formas- ha gobernado siempre. Sin embargo, en el extranjero sí llamaría la atención un hecho como la reconstrucción del muro de Berlín; un evidente retroceso histórico.

Hoy en día el PRI es el partido que más posibilidades tiene de gobernar en 2006, y la única forma que tienen el PAN y el PRD para evitarlo es formar una coalición. La maquinaria electoral del PRI está funcionando a todo motor, y en este momento cuenta con el apoyo de los gobernadores estatales y presidentes municipales, que en su conjunto gobiernan más que el PAN y el PRD juntos, claro, sin contar la presidencia. A lo cual hay que agregar que tendrá un candidato experimentado y muy bueno en campaña.

Hasta antes de las elecciones de 2000 el dinero para la campaña presidencial salía en buena parte de las oficinas del Ejecutivo. Ahora, el mermado margen de acción del actual presidente hace poco probable que juegue un papel determinante en el apoyo del candidato de su partido, fuera o no el mismo de su preferencia. Es más, si el presidente no ha podido ni siquiera influir para que gane su candidato en la elección interna con militantes de su propio partido, se ve aún más difícil que lo haga en las presidenciales.

Asimismo, el voto duro, el de todos aquellos funcionarios que dependen del gobierno federal se ve difícil que sea otorgado al partido en el poder como en antaño. Al contrario, se ve mucho más plausible que el voto duro favorezca al PRI. En particular el de los burócratas, militares, sindicalistas (con sus obvias excepciones)…

La única posibilidad de AMLO consiste en aglutinar el sentimiento de decepción colectiva del PRI por décadas y del actual gobierno para ser presidente, en ese sentido es el candidato de la “decepción” y probablemente sería un presidente decepcionante.

El PRD tiene a un muy buen candidato, el que supuestamente mejor está situado en las encuestas electorales. Pero carece nada más y nada menos que de partido, es más, cabe preguntarse ¿es realmente el PRD un partido? O es simplemente un grupo de oportunistas peleando por el presupuesto. El PRD carece de una base de operadores a nivel nacional listos para la promoción y captación de los votos. La creación de redes ciudadanas es una buena idea, pero es difícil que compita con una estructura partidista como la del PRI, que como se ha mencionado anteriormente tendrá un amplio apoyo en los niveles locales. Por lo tanto, en cuanto se defina al candidato del PRI y los operadores de este partido, que están presentes ahí donde llega la Coca Cola, entren en acción, las encuestas favorecerán inmediatamente a su candidato y probablemente no habrá vuelta de hoja.

El PRD es mucho como el viejo PRI, pero sin sus “virtudes”, lo que se demuestra con sus estrategias de comunicación, que son realmente malas. Aun cuando AMLO es un buen comunicador, podemos esperar una campaña mediocre en términos mediáticos frente a una campaña agresiva e innovadora de Madrazo.

Finalmente, el PAN es un partido vacío, había tantos puestos en el gobierno federal que el PAN se quedó sin dirigentes y casi sin militantes, ya que se olvidó de hacer política partidista, pues para qué ahora que ya eran gobierno. Cualquiera de los candidatos del PAN andaría alrededor de los 20 puntos porcentuales en una elección nacional, por lo que bajo las actuales circunstancias la única fórmula que tiene para repetir la victoria es formar una coalición con el PRD, con la cual, calculo, ganarían por unos 10 puntos porcentuales la elección. La probabilidad de que se concrete esta coalición es tan baja como la de que el PRD o el PAN ganen las elecciones por separado.