López y su coalición insisten en sus afirmaciones sobre el fraude, amenazan, gritan, marchan y alegan que los han despojado de la victoria, en fin siguen en campaña. Pero el asunto es claro, hay un ganador de la elección según los conteos de la autoridad electoral y lo que falta es que el poder judicial lo ratifique.

Pero López ante la multitud de deudas políticas y económicas y la realidad de la derrota trata de imponerse como presidente, ya no como víctima, pues su único interés es ése, gobernar al país al costo que sea. Ya lo dicen, y sin ningún fundamento, sus logotipos de presidente 2006 – 2012, su visión política y su interés por denotar tanto a las leyes como a los ciudadanos, es decir su afán de imponerse.

Y es que la impostura ha sido su único activo durante una larguísima carrera por la candidatura para la presidencia. Hagamos un pequeño recuento, para la elecciones de 1994 en Tabasco López se intentó imponer como candidato ganador, no lo logró, alegó fraude y por ello se vistió con dos imposturas, la de víctima de fraude para que la autoridad electoral reconociera irregularidades y declarara nulas las elecciones de su estado natal y la de caudillo pera arengar a sus huestes y promover la toma de pozos petroleros, carreteras e incluso del zócalo capitalino por la mano de los sindicatos que le eran leales. Sin embargo ninguna de las dos estrategias dio resultado, López y su partido fueron derrotados de nuevo en Tabasco y se impuso su figura como “héroe de la democracia”.

Luego se colocó con esa impostura como el Presidente del PRD y se mantuvo en sus posturas de ser el “demócrata” impuesto por el peso de la historia en su partido. Para luego imponerse como el candidato para la jefatura de gobierno del Distrito Federal, por encima de las leyes de su partido, pues no pudo acreditar residencia según sus propias reglas, pero sus huestes cedieron ante tal impostura. De nuevo se impuso como Jefe de Gobierno, para luego imponerse como gran Tlatoani de la Ciudad como sus famosísimos bandos que no requirieron aval de nadie más que de él mismo.

Pero como le gusta hacer a un lado las leyes cuando no le convienen fue, demandó y perdió, pero hizo campaña para inmolarse e imponerse como víctima y lo logró, se impuso al desafuero y se convirtió en candidato virtual, al mismo tiempo que era Jefe de Gobierno. De ahí que la impostura fue la de socavar a su partido por medio de eliminar los procesos para elegir candadito, no era necesario, él ya se había impuesto, de ahí impuso a su gente en puestos y en candidaturas calve.

Y salió a la campaña presidencial a imponerse como el candidato ganador, sea por encuestas o por mítines o por cobertura mediática él era ganador desde antes. Pero las cosas no fueron fáciles y el ídolo mostró los pies de barro y se le apareció su sombra de violento, hablador y estridente, entonces se impuso como víctima de la guerra sucia. Pero llegó la elección y la perdió por una nariz, la impostura cedió, él era el perdedor, pero trató de imponerse de facto, ser el presidente por sus propios números, 500 mil votos, y que el IFE le reconociera ese triunfo. Pero no ocurrió, de nuevo a desempolvar la impostura de víctima, “fue fraude” y con ello volvemos al principio, pero parece que la presión de la impostura de víctima, de las marchas ya está llegando a su límite y sus huestes empiezan a ver que era eso, impostura, y se empiezan a alejar o a radicalizar, pero ya no funciona esa impostura. Sólo le queda una posibilidad y es la impostura guerrillera, la de Marcos o la suya del 94 en Tabasco, así que no nos extrañe que el sub comandante ya tenga a su comandante Andrés por fin detrás de la impostura de la máscara. La de víctima del aparato del estado mexicano ya se le cayó en los foros internacionales, pues al retirase el apoyo del líder de la izquierda pensante ya sólo les queda el apoyo de los indeseables, llámense Chávez o Morales, al ser inexistente el recurso de apelación ante el poder judicial.