En un revelador desliz freudiano los colaboradores del demagogo López Obrador discurrieron que para presentar sus alegatos ante el Tribunal Electoral no había mejor venero que el pensamiento del sanguinario dictador soviético José Stalin.

En una demostración más de su original talento, los amlistas se “fusilaron” párrafos completos de las sandeces que se le ocurrieron a Stalin sobre el tema de elecciones democráticas del texto que aparece en Wikipedia, la enciclopedia colectiva hecha en Internet con las contribuciones de los lectores.

Los discípulos de AMLO ni siquiera hicieron mucho esfuerzo pues usaron la primera cita que apareció después de buscar “stalin” en Internet, de un total de 1.1 millones de fichas que aportó Google sólo en español (en todos los idiomas el total fue de 23.3 millones pero es bien sabido que AMLO y sus secuaces apenas logran balbucear una pobrísima versión de nuestra lengua).

Cuando publiqué un recuento de los padecimientos mentales de AMLO, uno de mis amables lectores sugirió que había un parecido notable entre su personalidad y la de Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, quien entendiblemente trocó ese nombre por el de Stalin que en ruso significa “hombre de hierro”.

Para empezar, la paranoia, que en el caso de Stalin lo llevó a traicionar y asesinar sin piedad a todos aquellos que fueron sus aliados políticos, colaboradores y funcionarios del régimen soviético o del Partido Comunista que destacaron y que pudieran hacerle sombra.

López Obrador no llegó al pináculo del poder como aspiraba, por lo que sus traiciones no se generalizaron, pero tenemos el ejemplo del trato que propinó a quienes hicieron posible su elevación en el PRD y ganar la elección de jefe de gobierno capitalino, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles, respectivamente.

La relación de López Obrador con Cárdenas es reminiscente de la que tuvo Stalin con su mentor y benefactor, Lenin, el fundador del estado soviético. Cuando ya estaba muy enfermo Lenin empezó a descubrir la verdadera personalidad de Stalin, de quien escribió en su testamento político:

“El camarada Stalin ha concentrado enorme poder en sus manos como Secretario General (del Partido Comunista de la Unión Soviética). No estoy seguro de que sepa cómo usar tanto poder con suficiente cuidado. Es por ello que propongo a nuestros camaradas (el resto de los miembros del Comité Central del Partido) considerar los medios para remover a Stalin del puesto y nombrar a alguien más que difiera de Stalin en aspectos de la mayor importancia: que sea más tolerante, más leal, más amable y más considerado con sus camaradas.”

Las proféticas indicaciones de Lenin no llegaron a cumplirse porque murió antes que el Comité Central pudiera acatarlas. A la muerte de Lenin, Stalin se movió con celeridad para consolidar su poder. Primero, logró impedir que se publicara el testamento político de Lenin y acto seguido procedió a deshacerse de todos sus colegas, empezando por León Trotsky.

El pensamiento de Cárdenas respecto a López Obrador tampoco se conoce cabalmente aunque en los últimos años ha expresado claras reservas respecto a su carácter antidemocrático dentro del PRD, su desinterés en discutir los planteamientos de su plataforma electoral y su falta de compromiso con un verdadero programa de izquierda.

En conversaciones privadas Cárdenas ha sido más explícito respecto a los defectos de López Obrador y su grupo de colaboradores y a la forma en que traicionaron a cardenistas distinguidos como la propia Rosario Robles, quien como jefa de gobierno de la ciudad de México hizo posible su elección.

Un gran favor que Cárdenas puede regalarle a México es hacer público su pensamiento sobre López Obrador y las enormes diferencias entre la elección de 1988 y la del 2 de julio pasado. Ojalá lo haga.