Hay buenas razones para pensar que la “resistencia civil pacífica” a la que ha convocado en sus manifestaciones y plantones Andrés Manuel López Obrador llevará tarde o temprano a hechos de violencia.

El propio López Obrador lo sugirió en su discurso del 30 de julio cuando dijo: “Si se cierran los cauces democráticos, a la sociedad no le queda otro camino más que el sometimiento y la violencia. Y como no queremos sometimiento, vamos a defender la democracia."

Ya hay una violencia, de hecho, en el cierre del Paseo de la Reforma, avenida Juárez y distintas calles del centro histórico de la ciudad de México. Con esta medida López Obrador ha violado los derechos individuales de cientos de miles de personas, quizá millones, que viven, trabajan o deben circular por esa zona.

Pero la experiencia nos dice que las medidas de protesta tarde o temprano se agotan. Por eso distintos políticos del entorno de López Obrador, como Gerardo Fernández Noroña, han prometido que seguirán endureciendo las medidas de resistencia. Pero si bloquear la columna vertebral de la ciudad de México no es una medida suficientemente dura, habrá que pensar lo que falta ahora.

La población de la ciudad de México ha sido extraordinariamente paciente ante los bloqueos, los cuales le han costado tiempo y dinero. No ha habido hasta este momento más que protestas y claxonazos por parte de los ciudadanos afectados. Tarde o temprano, sin embargo, estos bloqueos empezarán también a costar empleos. Y vale preguntarse cuál será la actitud de un padre de familia al que las protestas de los perredistas lo llevan a perder su trabajo.

En muchas ocasiones López Obrador ha dicho que se levantarán los bloqueos si se acepta su exigencia de que se cuenten nuevamente todos los votos de la elección del 2 de julio. Esta exigencia se la hacen al candidato del PAN, Felipe Calderón, puesto que saben que él no puede ordenar esa acción. Lo que ha dicho Calderón, que es lo que puede decir, es que él aceptará ese recuento si lo ordena el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Pero eso no es suficiente, por supuesto, para los perredistas a los que la ley les tiene sin cuidado.

La presión que están ejerciendo López Obrador y su equipo, por lo tanto, está dirigida enteramente contra los magistrados del Tribunal Electoral. Es por ello que los perredistas han tomado el Paseo de la Reforma y otras vías importantes del Distrito Federal. Pero no hay ninguna seguridad de que los magistrados acepten esa presión y acepten el recuento de votos simplemente para evitarse problemas o por temor a que los manifestantes se lancen ahora en contra de ellos y de sus familias. Esto significa que hay muchas posibilidades de que no se haga el recuento que pide López Obrador.

¿Qué pasará entonces? No hay ninguna indicación de que el candidato o sus simpatizantes se resignarán y aceptarán la decisión del Tribunal. Lo más probable es que veamos nuevas movilizaciones y acciones contra los ciudadanos y que éstas se hagan todavía con más furia. ¿Se imagina usted un Paseo de la Reforma convertido permanentemente en canchas de futbol y letrinas públicas con el apoyo del gobierno del Distrito Federal? No es un escenario imposible. Como no es imposible que tarde o temprano estalle la violencia.