Lo que está sucediendo en el país, y las acciones y reacciones de todos los involucrados, dan pie para reflexionar en torno a la política, al gobierno, a la institucionalidad, la soberanía del pueblo y la manera de ejercerla, y a la razón por la cual muchos votaron por AMLO. Valga este escrito como contribución a la reflexión.

Política y gobierno. Muchos son los que opinan que Fox ha actuado prudentemente al no responder a las provocaciones de la coalición por el bien de todos, provocación cuya muestra más clara es el plantón sobre Reforma, dejando que AMLO “muestre el cobre”, con las consecuencias que ello traerá consigo: el descrédito del tabasqueño. Creen que Fox, en este caso, ha actuado como buen político. Y puede ser, nada más que en este caso, el de la violación de derechos y leyes, Fox debe actuar como gobernante, no como político, lo que supone que una cosa es gobernar y otra hacer política. Gobernar es hacer valer los derechos de las personas, que es tanto como velar por la justicia y la paz, y hacerlos valer, en última instancia, por medio del uso de la fuerza. Hacer política es llegar, por medio del diálogo y la cesión, a los acuerdos necesarios para lograr los objetivos de la polis, de entre los cuales el más importante es hacer valer los derechos de las personas. Al momento en el cual se violan los derechos de alguien, el funcionario público debe dejar de ser político para ser gobernante, sobre todo si, tal y como es el caso, el violador no está dispuesto a dialogar y a ceder.

Plantones y política. Muchos analistas afirman que la estrategia de la coalición por el bien de todos transita por dos vías, la de la institucionalidad (las impugnaciones hechas en el TRIFE) y la de la política (los plantones en las calles), lo cual nos obliga a la siguiente pregunta: ¿violar derechos y leyes es hacer política?, lo cual a su vez nos lleva a esta otra: ¿qué debe ser la política? Si aceptamos que la política debe ser el diálogo y la cesión para lograr los acuerdos necesarios para conseguir los objetivos de la polis, ¿qué tienen que ver los plantones en las calles con ella? Llamémosle a las cosas por su nombre: los plantones en las calles son vandalismo, que es la antítesis de lo que debería ser la política.

Soberanía del pueblo. AMLO ha dicho que la convención nacional democrática, a la que convocó para el 16 de septiembre, podría elegirlo presidente, porque la soberanía radica en el pueblo y es del pueblo del que emana el poder del gobierno, lo cual es cierto y punto de partida de la democracia. Pero lo que no es cierto es, uno, que los delegados, todos ellos simpatizantes de AMLO, sean el pueblo y, dos, que en la calle, a punta de dedo levantado, se deba elegir presidente. En la democracia no es el pueblo, en abstracto, el que elige a sus gobernantes, sino la mayoría de los electores quienes, de manera individual, eligen, tal y como ya lo hicimos el pasado 2 de julio.

Los pobres. En las últimas semanas he recibido infinidad de correos, de gente que votó por AMLO, la mayoría de ellos porque creen que, de llegar él a la presidencia, a los pobres, ¡ahora sí!, les va a ir mejor. Muchos de estos lectores justifican todo lo que ha hecho y ordenado AMLO “porque él sí ayudará a los pobres”, ayuda ante la cual cualquier medida, aunque suponga violar derechos y leyes, se justifica. ¿De qué se trata? De una de las múltiples versiones del maquiavelismo político: el fin (ayudar a los pobres) justifica el medio (violar derechos y leyes). La pregunta que deben responder quienes creen que AMLO debe llegar a la presidencia es si, efectivamente, el fin justifica los medios, lo cual supone, tal y como lo estamos viendo, que el actor maquiavélico no reconoce otro límite que sus deseos y caprichos, lo cual amenaza la libertad y la propiedad de los demás, amenaza que es un atentado en contra de la justicia y la paz.