La libertad de comerciar con el mundo ha sido el motor del desarrollo para México en la última década, pues ha contribuido a mantener el crecimiento de la producción, el consumo y el empleo.
En los últimos años, México se ha
convertido en la octava potencia comercial a nivel mundial y la primera en
América Latina, con una participación de 41 por ciento en las exportaciones y
47 por ciento en las importaciones totales de la región.
El comercio internacional de nuestro país
suma 435 mil millones de dólares al año, una cantidad que equivale al valor de
lo que producen cada año las 145 millones de personas desde Guatemala hasta el
Perú, pasando por Venezuela. De
Así,
México cuenta con acceso seguro y preferencial a 800 millones de personas en
los mercados de 42 países en tres continentes. Es el único país con mayor
número de tratados comerciales en el mundo: doce.
La inversión extranjera directa, casi 18 mil mdd, constituye cuatro veces la inversión extranjera directa
en 1993. Desde entonces, dicha inversión ha crecido cada año más de siete por
ciento en promedio. Considerando la inversión extranjera
directa captada en los últimos diez años, México ocupa el tercer lugar como
receptor entre los países en desarrollo y el primero en América Latina.
Esa
libertad que tienen los mexicanos de intercambiar sus bienes con personas en
otras partes del mundo ha propiciado un -otrora inexistente- modesto
crecimiento económico, similar al de nuestros vecinos del Norte. El libre
comercio también ha contribuido a reducir la inflación y con ello la proporción
de hogares que viven en pobreza extrema de
A
pesar de la vasta evidencia que existe a su favor -y uno de los mejores
ejemplos es nuestro país-, el libre comercio es, a menudo, asociado con pérdida
de empleos, deterioro ecológico, injusta distribución de la riqueza, pérdida de
identidad nacional. Por eso hay quienes, con las más buenas intenciones y
sentidos argumentos sobre el empleo y la soberanía nacional, intentan reducir
nuestra libertad de comerciar con otras personas en otras latitudes. Prometen
renegociaciones, gravámenes, cuotas comerciales, subsidios, permisos,
regulaciones, trámites, controles de precios, tipos de cambio manipulados,
candados a los capitales foráneos y hasta decretar como ilegal el comercio de
ciertos bienes.
En
su afán de proteger la “industria nacional y el empleo”, terminan en primer
lugar, beneficiando con rentas extraordinarias a unos cuantos grupos bien
organizados a costa del empobrecimiento de la mayoría y, en segundo, generando
un mayor desempleo en otras industrias que dependen de insumos comerciables.
Cuando los
empresarios y los intelectuales piden al gobierno proteger cierta industria, lo
que en realidad están pidiendo es que los pobres subsidien a los ricos o a los
incompetentes. Nuestra limitada visión comercial, aderezada con arrogancia
política, impide percatarnos de que las barreras a la importación y las demás
trabas al comercio nos empobrecen a todos: consumidores, que disponen de menos productos
y más caros; exportadores, que enfrentan una paridad cambiaria desfavorable y;
productores nacionales, que enfrentan insumos encarecidos y la competencia de
un mercado negro. En síntesis, el proteccionismo reduce el bienestar de todos.
Así que tenga
cuidado, amigo lector, cuando le digan que hay que evitar “rotundamente” que en
2008 se liberen las importaciones de maíz y frijol
para proteger al productor nacional. Lo que en realidad le están diciendo es
que los más pobres, o quienes consumen más esos productos, tendrán que
comprarlos a un mayor precio y de menor calidad para que los incompetentes (los
que no pueden competir) puedan subsistir con su negocio (que de otra forma no
sería negocio). En otras palabras, los consumidores –que somos todos- tendremos
que subsidiar a unos cuantos productores de alimentos caros y malos, pero eso
sí, orgullosamente nacionales. No podemos dar marcha atrás al libre comercio
(renegociarlo sería hacerlo) sólo para permitir a los incompetentes sobrevivir
a expensas de los demás, después de todo lo que nos ha brindado. Si México no
vence decididamente al proteccionismo, nadie más en América Latina lo hará.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.