Felipe Calderón presentó el Proyecto México 2030, que supone la planeación – “incluyente, participativa, plural y democrática” -, de una visión de largo plazo, para contar con una “perspectiva transexenal para resolver los problemas de fondo del desarrollo”, y lograr “respeto al Estado de Derecho y seguridad pública; economía competitiva y generación de empleos; igualdad de oportunidades; desarrollo sustentable; y, estado democrático”.

¿Qué decir? Comienzo por lo positivo que es, sin duda alguna, contar con líneas de acción, sobre todo para el Estado y sus gobiernos, ¡que no para la nación!, que trasciendan los límites temporales de cada sexenio. En segundo lugar los objetivos, que son los tres originalmente propuestos por Calderón - respeto al Estado de Derecho y seguridad pública; economía competitiva y generación de empleos; igualdad de oportunidades – más los dos añadidos a la lista original: desarrollo sustentable y estado democrático, objetivos impuestos por la realidad, en la que encontramos defectos (por ejemplo: bajo crecimiento económico) y excesos (por ejemplo: mucha delincuencia), mismos que deben ser eliminados.

Me preocupa que, al paso del tiempo, se vayan agregando más fines. En los Temas Legislativos para la Agenda Nacional se establecen como prioridades del gobierno calderonista 1) la generación de empleos productivos y el crecimiento económico; 2) la justicia social y la superación de la pobreza, y 3) la seguridad pública. Si dentro de seis años, al final del sexenio de Calderón, avanzamos en cada uno de estos tres puntos la vida de cada mexicano será mejor. Calderón debe mantener estas tres prioridades, no añadir ni una más, y “echar toda la carne al asador”.

Me preocupa, en segundo lugar, el lenguaje colectivista que se utilizó en la presentación del Proyecto México 2030. Por ejemplo, se afirma que “el México del siglo XXI (…) requiere de la formulación de una gran visión”, que “no hemos podido consolidar (…) esa definición de proyecto de país…” y que con el Proyecto México 2030 “se planteará la primera aproximación al futuro deseable para México…”. Al respecto hay que tener claro que no necesitamos UN proyecto de Nación, sino una nación en la cual cada uno, respetando los derechos de los demás, y sin ningún privilegio gubernamental, pueda sacar adelante sus propios proyectos. Hay que tener claro que no debe haber UNA visión de Nación, sino una visión de Estado y gobiernos, que forman parte de la nación, pero sin identificarse con ella. ¿Cuál debe ser esa visión de Estado y gobiernos? La que permita a cada quien, respetando los derechos de los demás, y sin ningún privilegio gubernamental, hacer realidad su propia visión. Hay que tener claro que no debe haber UN futuro deseable para México, sino la posibilidad de que cada mexicano, sin otro límite que el respeto a los derechos de los demás, y sin la ayuda, protección, subsidio o concesión del gobierno, forje su propio futuro.

¿De qué estoy hablando? De la libertad, que se ve amenazada por EL proyecto de nación, por LA gran visión, por EL futuro deseable; por la creencia de que lo importante es la nación, y no quienes la componen; por la convicción de que necesitamos un líder nacional que nos guíe a todos: ¿a dónde?, ¿por qué? Yo voté por Calderón, pero yo no soy seguidor de Calderón: ¿a dónde habría de seguirlo?, y, todavía más importante, ¿por qué habría de hacerlo? Yo voté por Calderón por considerar que, de todos los candidatos, es el que puede hacer un mejor gobierno, es decir, por creer que él puede, mejor que los otros, garantizar la seguridad e impartir justicia. Yo quiero que Calderón sea gobernante, no guía, por lo cual me preocupa el lenguaje colectivista que se usó en la presentación del Proyecto México 2030: UNA gran visión; UN proyecto de país; EL futuro deseable. ¿No habrá manera de cambiar el discurso y centrar la atención en la persona, en sus decisiones y elecciones, en su libertad?