El caso reciente de las tortillas en México ofrece un buen ejemplo de las omisiones del gobierno para cumplir con su cometido, y cómo tuvo que compensar su negligencia interviniendo con medidas que no necesariamente van a cumplir el propósito de evitar abusos y proteger a los consumidores.
Milton Friedman era un liberal clásico, no un anarquista opuesto a toda
acción gubernamental. Pensaba que un gobierno responsable tenía cruciales
funciones a su cargo, empezando por asegurar el estado de derecho y la paz
social y definir apropiadamente el ámbito de la propiedad privada.
Un gobierno competente debería
también ofrecer el marco jurídico y político para que la sociedad pudiera
modificar los derechos de propiedad y otras reglas del escenario económico,
mediar en las disputas sobre la interpretación individual de estas reglas y
asegurar el cumplimiento de los contratos.
Asimismo, tiene entre sus obligaciones
promover la competencia y combatir los monopolios, asegurar la estabilidad
monetaria, intervenir para impedir las externalidades
indeseables y peligrosas –como emisiones contaminantes- y ayudar a los
desvalidos a superar su condición de pobreza.
Entre las funciones que Friedman consideraba que el gobierno no debiera interferir,
destacan la fijación de precios tope, salarios mínimos, congelación de rentas,
tarifas y cuotas a las importaciones y prohibiciones a las exportaciones,
precios de garantía a los productos agrícolas y topes a las tasas de interés.
Su listado de lo que no debiera
hacer un gobierno es más amplio que el anterior, y en todos los casos se
sustenta en las consecuencias negativas de tal interferencia gubernamental, que
típicamente no son consideradas por los burócratas al proponer su adopción.
Friedman parte de la base que el
gobierno ya hizo lo que sí destaca entre sus obligaciones fundamentales, que es
asegurar condiciones de competencia apropiadas que impidan la existencia de
monopolios y la colusión de unos pocos productores.
El caso reciente de las tortillas en
México ofrece un buen ejemplo de las omisiones del gobierno para cumplir con su
cometido, y cómo tuvo que compensar su negligencia interviniendo con medidas
que no necesariamente van a cumplir el propósito de evitar abusos y proteger a
los consumidores.
Es claro que la estructura del
mercado del maíz dista mucho de ser competitiva en México pues prevalecen todo
tipo de interferencias públicas –cuotas y aranceles a la importación,
prohibición a la exportación- y un productor dominante en el mercado.
Sin embargo, no me queda claro qué
tanto del aumento reciente en el precio se deba a la estructura distorsionada y
poco competitiva del mercado del maíz, y qué tanto al aumento de su precio
internacional, secuela directa e indirecta de la creciente integración de China
e India a los mercados internacionales, como lo señalé en mi Aquelarre
Económico del 15 de enero.
Lo que sí entiendo perfectamente es
la motivación del gobierno de Felipe
Calderón de “hacer algo” para enfrentar la carestía de un ingrediente tan
fundamental en la dieta de los mexicanos como son las tortillas, ante los
ataques irresponsables de los demagogos económicos que pululan en México.
Ya habrá ocasión de hacer un
análisis cuidadoso de sus dislates en espacio por separado, pero lo importante de
las políticas emprendidas por el gobierno en cuanto al maíz, es que las
autoridades no pierdan de vista los objetivos de mediano plazo que hay que
fijarse en esta materia.
Claramente, éstos deben asegurar un
mercado competitivo en este grano, que es la mejor forma de garantizar el
abasto suficiente a precio razonable, lo que incluye apoyar sin restricciones el
compromiso de abrir el mercado a las importaciones de Estados Unidos y Canadá
el año próximo.
Como lo señalaría Friedman, es obvio que el elevado precio del maíz en el
mercado internacional que se debe a su acrecentada demanda para producir
etanol, empezará a disminuir en la medida que los agricultores del mundo
reaccionen a ese incentivo y siembren mucho más maíz.
Mientras tanto, hay que evitar crear
nuevas distorsiones que luego resulte difícil abolir.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.