Una de las claves del éxito de la república MTP para mantenerse en la dorada mediocridad fue la lucha incansable de autoridades, maestros, hombres y mujeres de empresa, medios de comunicación, para evitar que prendiese entre niños y jóvenes la perniciosa costumbre de leer.
Emma echa una ojeada al periódico. A diferencia de otros
días algo -¡por fin!- capta su atención: Según el diario, que por cierto da
insuficientes referencias por si acaso alguien quiere profundizar en el asunto,
una encuesta entre maestros de educación básica en MTP (“Media Tabla Perpetua”)
muestra que cuatro de cada diez profesores no tienen más de 20 libros en su
casa y que seis de cada diez profesores confiesan que no leyeron más de dos
libros en el último año.
Adiestrada desde pequeña, por sus padres, en las tareas de
cifrar y descifrar Emma obtiene dos conclusiones: 1. Dado que en los últimos 20
años, aproximadamente, los gobiernos de MTP han destinado ingentes recursos a
la educación y a elevar los salarios de los maestros, las revelaciones de la
encuesta –por otra parte previsibles- confirman la impolítica tesis: No sólo no
hay una relación causal entre más gasto público y mejoría sino que
frecuentemente más gasto gubernamental sólo sirve para empeorar las cosas.
2. Qué pena, pero los datos de la encuesta explican las
indudables ventajas competitivas de Emma en el mercado de trabajo. En un país,
como MTP, en el que 40% de los maestros tiene una biblioteca en su casa menor
al número de libros que Emma lee en un mes y en el que 60% de los maestros leyó
en un año menos libros de los que Emma lee en una semana, nadie debe
sorprenderse de que Emma a sus 25 años gane un envidiable salario y reciba constantes
ofertas de empleo en MTP y fuera del país.
Lo primero que hace Emma al llegar a su oficina es responder
afirmativamente, por correo electrónico, a la oferta de trabajo que le hace una
corporación del odiado –y envidiado- país del Norte. Mientras lo hace, escucha
a una emocionada secretaria encomiar el histórico nivel de audiencia que logró
el capitulo final de la telenovela ésa… Sí, ésa de cuyo nombre Emma, ¡pobrecita
desmemoriada!, no se acuerda.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.