Pasado ya casi un mes del Papa Benedicto XVI haber pisado tierras brasileñas y de haber dejado su mensaje para nuestro Continente, quisiera destacar algunas ideas de sus discursos.

Sus primeras palabras delante del Sr. Presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva en el Aeropuerto de S. Paulo dejaron bien claro que la Iglesia: “quiere apenas indicar los valores morales de cada situación y formar los ciudadanos para que puedan decidir conciente y libremente”. Con palabras parecidas invitaba a los jóvenes reunidos en el “Estadio do Pacaembu”: “Sean hombres y mujeres libres y responsables”.

Mas para ser libres y responsables, Benedicto XVI decía que era necesario crear estructuras justas, que: “no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales”. Y esa creación y trabajo político, afirmó el Papa, no es ni será competencia inmediata de la Iglesia, pues “si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no realizaría más nada por los pobres y por la justicia, mas realizaría menos porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables”.

Es verdad que el Sr. Lula y el PT no perdieron la oportunidad para decir al Siervo de los siervos que ellos son favorables al Estado Laico, a la separación entre el poder del Estado y el poder de la Iglesia, como si esa cuestión hubiera sido levantada por Benedicto XVI. De hecho, la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XIX decidió no buscar más el poder temporal, desistiendo de los Estados Papales.

Ciertamente hoy en día subsiste una mentalidad que sueña con restaurar un Estado eclesiásticamente administrado, así como otra que quiere institucionalizar la política de Estado socialista en nombre del cristianismo, pensemos en la Teología de la Liberación muy marcada en algunos países del Continente. Más Benedicto XVI prefiere una política de libertad, una fe no politizada.

Cuando habló de las ideologías (marxismo y capitalismo) parece haber despertado incomprensión, especialmente por parte de anti-católicos que no pierden el tiempo y que buscan denegrir la imagen de la Iglesia y de su Pastor. Benedicto XVI dijo que la Iglesia no hace proselitismo, más que ella crece más por atracción. En otras palabras: “la fe de la Iglesia no es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios amor”. Sobre estas ideologías mencionó su error fundamental: “El error de ellas fue falsificar el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante, y por eso decisiva, que es Dios”.

En la década de los ochenta, el entonces Cardenal Ratzinger, nos recordaba las palabras de Jesús: dar al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. Es decir, veía como necesario establecer límites para todo poder terreno y proclamar la libertad de la persona que transciende todos los sistemas políticos. Con respecto al marxismo mencionó que las consecuencias eran: “una triste heredad de destrucciones económicas y ecológicas, mas también una dolorosa destrucción de espíritu”.

Por último me gustaría hacer una observación que nos ayude a entender el pensamiento del Papa. Cuando él habla y critica al capitalismo, no quiere ser contrario a la economía de mercado, que ciertamente ofrece mejores condiciones y oportunidades a sus ciudadanos, más al conjunto ideológico bien definido que quiere sustituir la Revelación por el mercado como fundamento de la moralidad y de los valores superiores de la civilización, en ese caso no debemos concordar.

Resumiendo. Su Santidad sabe perfectamente que en nuestro Continente hay una neblina mental que necesitamos disipar. La Iglesia en América precisa de un cambio de dirección, de una metanóia. Abandonar las teorías marxistas y el convivio con gobiernos socialistas. El deseo de nuestro Pastor, así lo creo, es que seamos hombres libres y responsables. Que así sea.