El impacto negativo del salario mínimo -que es en realidad un tipo de redistribución- lo sufre la clase media y los pequeños empresarios con reducidas ganancias, lo mismo que millones de consumidores que terminan pagando por el aumento salarial. En cualquier caso, nada de eso tiene que ver con “justicia social”.
Grand Rapids, Michigan (AIPE)- Como
resultado de un fuerte cabildeo por parte de los sindicatos, activistas y
organizaciones religiosas, el salario mínimo fue recientemente incrementado en
Estados Unidos: de $5,15 la hora, escalonadamente hasta alcanzar $7,25 la hora
en 2009, un aumento de 40%.
Los promotores insisten que
así se promueve la “justicia social”, pero los salarios mínimos aumentan el
desempleo entre los más jóvenes y todos aquellos que no tienen la capacidad de
aportar con su trabajo un valor que cubra el costo de emplearlo. Así se
perjudica a los más débiles, cerrándoles la puerta antes de poder comenzar a
trabajar y a acumular tanto experiencia como habilidades.
Pero los aspectos negativos
del salario mínimo no impiden que los gobiernos instrumenten esas políticas: 18
de los 27 países miembros de
No parece ser una coincidencia
que las discusiones sobre aumentos del salario mínimo se desarrollan en
paralelo con las críticas a los altos ingresos devengados por ejecutivos
empresariales. En junio,
La compensación de ejecutivos
es un tema complejo, en términos tanto morales como económicos. Transparencia
absoluta y supeditar la compensación al rendimiento logrado es la mejor manera.
Pero, lamentablemente, las discusiones se tornan acaloradas cuando esas
compensaciones se comparan con el sueldo mínimo devengado por trabajadores.
Sobre ese tema, valdría la
pena que los participantes del debate leyeran el artículo publicado hace exactamente
80 años por uno de los más famosos economistas del siglo XX, Joseph Schumpeter: “La función del empresario y el interés del trabajador”.
Publicado en una revista para trabajadores industriales, la tesis principal es
que altos incentivos para emprendedores y ejecutivos son, a largo plazo,
tremendamente beneficiosos para todo el mundo, incluyendo a los empleados y
obreros.
Para Schumpeter,
el motor de crecimiento económico que aumenta el nivel de vida de todos es el
talento creativo y la capacidad empresarial. Y esa habilidad, sea para lanzar
algo novedoso o las exitosas estrategias que caracterizan a los líderes
empresariales, no se da sin altos incentivos para arriesgar capital propio o
tomarlo prestado.
Nadie invierte tiempo,
esfuerzo y talento en novedosas iniciativas empresariales sin creer que las
probables utilidades ameritan el riesgo. Es decir, en ausencia de atractivos
incentivos, los instintos empresariales no se ponen en práctica y, entonces, el
costo de la inacción no es solamente un nivel de vida más bajo, sino también menores
oportunidades de empleo.
En el mismo artículo, Schumpeter calculó que si la totalidad de la riqueza en
Gran Bretaña fuera redistribuida entre la población, apenas si aumentaría el
nivel de vida. Pienso que lo mismo sucedería hoy, inclusive a nivel mundial.
Esto nos conduce de regreso al
salario mínimo, que es en realidad un tipo de redistribución, pero que no
afecta nada a los ricos. El impacto negativo lo sufre la clase media y los
pequeños empresarios con reducidas ganancias, lo mismo que millones de
consumidores que terminan pagando por el aumento salarial. En cualquier caso,
nada de eso tiene que ver con “justicia social”.
___* Director de investigaciones del Acton Institute.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.