Con la reforma fiscal, que no pasa de ser un aumento de impuestos, el fisco pretende aumentar la recaudación en, más o menos, 125 mil millones de pesos, que saldrán del bolsillo de los contribuyentes, sobre todo de los cautivos (¿qué tanto se recaudará de los informales con el impuesto del 2 por ciento a los depósitos que excedan, en efectivo, de 25 mil pesos mensuales?), todo ello a cambio de la promesa de que el gobierno gastará mejor, de manera más honesta, de forma más eficiente.

Leemos, en uno de los comunicados de la Secretaría de Hacienda, que entre los objetivos de la reforma fiscal se encuentra el de “establecer una estructura institucional que asegure un gasto orientado a resultados que sea más eficiente y transparente en los tres órdenes de gobierno, al mismo tiempo que promueva su productividad y austeridad” A cambio de cobrarnos más impuestos el gobierno se compromete a gastar mejor - de manera transparente, productiva y austera, todo ello orientado a resultados -, compromiso ante el cual no puedo dejar de preguntarme, ¿será?

¿Por qué mi duda? De entrada por tres razones que, para ser de entrada, ya son muchas, y que tienen que ver con el populismo (¿de qué otra manera llamarlo?) que ha puesto en práctica Calderón en las últimas semanas, y que se sintetiza en el siguiente concepto, perdona deudas, tema que ya traté en otros Pesos y Contrapesos y al cual regreso, no de manera gratuita, sino por considerarlo importante.

Recordemos. Uno: Calderón perdonó las deudas que, contraídas entre 1992 y 2004 con el Fondo Nacional de Apoyo a las Empresas en Solidaridad, FONAES, tenían muchos empresarios. Dos: el Servicio de Administración Tributaria, SAT, (que es un órgano desconcentrado de la Secretaría de Hacienda, que a su vez forma parte del Poder Ejecutivo Federal, cuya cabeza es Calderón), está  perdonando desde el 80 hasta el 100 por ciento de las deudas por contribuciones, cuotas compensatorias, recargos y multas. Tres: Calderón les perdonó, a los tabasqueños endeudados con la Comisión Federal de Electricidad, la CFE, el 50 por ciento de sus deudas.

Evidentemente que cada una de estas condonaciones fue aplaudida por quienes de ellas se beneficiaron, habiéndole aplaudido a Calderón, quien no hizo otra cosa más que caravana con sombrero ajeno, por una razón muy sencilla: ¿él, de su bolsillo, va a poner los recursos faltantes? ¿O, de plano, la CFE, por poner uno de los tres ejemplos, ya dio por perdido el dinero que los tabasqueños le debían? Esta condonación, la que se hizo a favor de los deudores de la CFE, independientemente de todas las explicaciones que se quieran y puedan considerar, y al margen de las razones políticas que se esgriman para justificarla, ¿muestra la intención de gastar mejor?

¿Con qué cara pretende el gobierno recaudar más, sobre todo entre los contribuyentes cautivos, si, por citar otro de los tres casos mencionados, el SAT está perdonando ¡hasta el 100 por ciento! de los impuestos no pagados por los contribuyentes incumplidos? ¿Con qué cara nos dice “a ti te voy a cobrar más”, al tiempo que no les cobra a los morosos? Y las deudas perdonadas a quienes las tenían con el FONAES, ¿el fondo ya las dio por perdidas?

Debemos exigir que, cada vez que un gobernante condone deudas, explique de qué manera, y con el dinero de quién, se cubrirá el faltante o si, de plano, ese faltante ya no se cubrirá, y que lo explique, no a través de un comunicado de Hacienda, que muy pocos leen, sino en el mismo acto en el cual hace el anuncio de la condonación. Eso es lo que va con la transparencia, ¿o no?