Si no hemos entendido que el libre comercio no es pro-trabajadores, pro-empresarios, sino pro- consumidores, estaremos regresando a la era de la oscuridad que abatió al mundo el primer milenio.
“Lo único más grande que lo infinito del universo es la
estupidez humana,” afirmaba la mente más brillante que el mundo haya conocido: Albert Einstein.
Frente a la debacle del Imperio Romano, la humanidad
iniciaba una caída hacia un abismo de barbarie, guerra, hambruna definiendo esa
época de la historia como la “era de la oscuridad.” A finales del primer
milenio se logró dar por terminada esa barbarie cuando, proclamado por el Papa,
el mundo abrazara el documento conocido como
El segundo milenio se pudiera describir como una inmutable
fotografía sin nuevos matices durante los siguientes 800 años. La agricultura,
el feudalismo, el mercantilismo serían las identificaciones del nuevo mundo, lo
que provocaba el ingreso per cápita de Europa
permaneciera estático durante casi mil años. Los países que acumularan mayores
cantidades de oro, eran los “mas prósperos.” Sin embargo, luego se darían
cuenta que, al dejar al resto sin el preciado metal, sus mercados se les
agotaban.
Pero el liberalismo parido en Escocia a finales del Siglo
XVI, le daba vida a
El mundo navegaría esa ruta durante el siglo XIX y la
primera parte del siglo XX. Pero como lo afirmara Jefferson:
“En la medida que los gobiernos se expanden las libertades se encogen.”
Al mismo ritmo que la envidia crecía, lo hacía el odio hacia
esos nuevos magnates que le daban al mundo el automóvil, el ferrocarril, la
medicina moderna, los buques de vapor y, sorpresa, crecían también las
intrusiones de los gobiernos invadiendo los más profundos rincones de la
sociedad. Ante el abordaje de la nave de los modernos piratas con licencia para
despojar, los gobiernos, nacía ahora una diabólica sociedad entre gobierno y el
hombre sin escrúpulos cuyo retorno se convertía en el cáncer de las economías,
el empresario estatista.
Al finalizar la primera guerra mundial y la administración
del “Chico Abusón,” Teddy Roosevelt,
el mundo había perdido gran parte de su libertad y los mercados se encontraban
infectados con el virus que casi los destruyen; el intervencionismo. El primer
tumor letal que producía la enfermedad era el FED.
Hacia 1920, los EU sepultaban las ideas de Adam Smith tendiendo fortalezas
proteccionistas para sus industrias en contra de la competencia extranjera. En
1930 el Congreso firmaba la sentencia con la aprobación de la ley Smoot-Hawley para asentar un
devastador golpe a la economía mundial, dando por terminada la era del libre
comercio internacional.
El resultado del potaje sería
Pero después de seis décadas expandiendo el comercio
mundial, el virus de la estupidez humana resurge con renovada fuerza. Cuando la
plebecracia de Corea del Sur está a punto de tirar a
su presidente en protesta por las importaciones de carne. El alza de los granos
provoca naciones prohíban su exportación, y los EU ante la posibilidad de
elegir un presidente enemigo del comercio internacional, el mundo puede estar
atestiguando el final de una era.
El congreso de los EU aprobó subsidios para la agricultura
de casi $300,000 millones de dólares afectando gravemente las posibilidades del
comercio justo. Los EU, también, han rechazado un acuerdo de libre comercio con
Colombia. La estupidez mundial de nuevo toma la bandera de cómo las
importaciones baratas provocan pérdida de empleos… ¿Por qué no se habla de los
empleos que crean las exportaciones?
En cierta ocasión le pedí a mi maestro Art
Laffer que me definiera el concepto de comercio
internacional. Procede: “Imagina que los EU inventan una medicina para curar el
cáncer y desterramos la enfermedad. Ahora imagina Japón inventa una vacuna para
prevenir ataques cardiacos. Se termina ese flagelo. Los japoneses proceden a
vender su vacuna en EU y se termina aquí esa enfermedad. Pero, cuando nosotros
tratamos de vender en Japón el medicamento para curar el cáncer nos cierran sus
fronteras ¿Qué hacer? ¿Responder prohibiendo que ellos vendan su medicina para
prevenir los ataques cardiacos? Por supuesto que no. Si los japoneses quieren
seguir muriendo de cáncer, su problema, nosotros no queremos seguir sufriendo
ataques cardiacos.”
Una regresión al mercantilismo que etiquetó la edad media
esparciendo la pobreza por el mundo, es una preocupante posibilidad ante el
horizonte.
El ingreso anual de una sociedad es igual al valor de
intercambio de lo que esa sociedad produce. Como cada individuo emplea su
capital en soporte de la producción doméstica, al orientarse a la actividad que
genera más valor, ese esfuerzo individual provoca mayor riqueza para la
sociedad para poder intercambiar sus productos de mayor valor por los
importados a mejor precio.
Una nación en sus relaciones comerciales es igual a los
individuos, intenta comprar lo más barato posible y vender al mejor precio.
Pero esto sólo es posible cuando existe el libre intercambio entre naciones
para acudir a un mercado que, mientras más participantes acudan más atractivas
serán las oportunidades. La única razón para exportar es tener recursos para
importar productos más baratos que los esa nación puede generar.
En la edad media el comercio mundial se consideraba una
lucha en la que había ganadores y perdedores. A los ciudadanos se le condicionó
para ver con odio y envidia la prosperidad de otras naciones con las que se
comerciaba, y considerar que su ganancia era nuestra pérdida. Si no hemos
entendido que el libre comercio no es pro-trabajadores, pro-empresarios, sino
pro- consumidores, estaremos regresando a la era de la oscuridad que abatió al
mundo el primer milenio.
CUANDO LAS MERCANCÍAS NO CRUZAN LAS FRONTERAS, LO HACEN LOS
EJÉRCITOS.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.