Un referéndum sobre una posición técnica no es, ni en la lógica ni en la realidad, una confirmación de los hechos sobre los contenidos en consideración. Menos aún, si este ejercicio se celebra con una fracción mínima de participantes. Y todavía peor, si tanto los contenidos como todos los jueces de los contenidos vienen flagrantemente cargados hacia la respuesta buscada.
Pedro
Joaquín Graue Martínez, in memoriam…
Un referéndum sobre una posición
técnica no es, ni en la lógica ni en la realidad, una confirmación de los
hechos sobre los contenidos en consideración. Menos aún, si este ejercicio se
celebra con una fracción mínima de participantes. Y todavía peor, si tanto los
contenidos como todos los jueces de
los contenidos vienen flagrantemente cargados hacia la respuesta buscada.
Pero este no es un escenario de
lógica, de verificar la validez de los argumentos o el contenido de las
proposiciones, sino más bien de realpolitik—de intereses especiales, de mesianismos
tropicales, de una gigantesca teoría de juegos donde el que menos cuenta es el
bienestar de la población, y donde hablar con la verdad es privilegio exclusivo
de un puñado de “intelectuales” designados por su majestad tropical, amo de la
verdad, heredero real de Hegel, único demócrata del mundo,
presidente legítimo de la nación, Manuel Andrés López Obrador.
No importa que, pase lo que pase,
estamos destinados a ser importadores de crudo; no importa tampoco que hayamos
desperdiciado una de las más grandiosas oportunidades de desarrollo que se han
presentado en el último siglo; o, incluso, que seamos el motivo de risa entre
otros países que han aprovechado el “boom” petrolero
para captar mayores recursos, o generar mayor bienestar.
Lo importante es la soberanía de
López, y de sus charlatanes intelectuales (si no se quiere reconocer una serie
de realidades, y sólo avalar la majestuosidad de AMLO, no se puede catalogar a
estos con otro calificativo), que ven en la consulta pasada un mandato
irrevocable para hacer lo que el espíritu de Hegel
les dicte, con el fin de detener cualquier intento de cambio (el que sea) en
nuestro patético, ilógico, vergonzoso, brutalmente anti-económico
régimen de energía.
Es un insulto a la democracia real,
una farsa de un ejercicio verdadero, consistente con una sociedad abierta. ¿De
qué sirvieron 72 días de “debate”?
En esta materia, el gobierno se vio
muy inocente, teniendo a su disposición todo un arsenal interesante de
contra-juegos, contra-estrategias, es más, de contra-demagogia. Nos
preguntamos, cómo hubieran votado los participantes, si las preguntas se leyeran
de una forma similar a la siguiente: “¿qué prefiere usted… a) que sigan las cosas
como están, sin que se sepa dónde van los recursos de la factura petrolera, sin
que multi-millonarios líderes sindicales rindan
cuentas, con la corrupción y desperdicio que se ha acumulado a lo largo de los
años; o b) ser reconocido como propietario individual de los hidrocarburos, y
que este reconocimiento de propiedad, como dicta nuestra Carta Magna, lo
convierta en un accionista de la Nación, con el derecho pleno de recibir un
dividendo anual sobre la propiedad que tenemos todos, que es de todos”.
Sin duda, las preguntas vienen
cargadas: qué preferimos, ¿la porquería, o un flujo anual de dinero? Pero como
esto es realpolitik,
como estamos jugando el juego de farsas democráticas, así es como, pensamos
nosotros, debió haber contraatacado el gobierno.
Claro, hay que detallar la fórmula
para generar ese “dividendo nacional”—algo que haremos en futuras
colaboraciones.
Entre tanto, nos ha inspirado el
liderazgo, el heroísmo, de Pedro Graue, de la lucha
inmensa que dio contra su terrible enfermedad. Nuestra solidaridad, nuestra fe,
nuestro más sincero pésame, a Bernardo Graue y a toda
su familia. Que la memoria de Pedro viva con todos nosotros y que su alma descanse
en paz eterna…
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.