Federico Bastiat, en su gran obra La Ley, afirma que “lo más seguro para que las leyes sea respetadas es que sean respetables”, lo cual nos lleva a la pregunta ¿cuáles son las leyes respetables?, cuya respuesta es: aquellas que reconocen plenamente, definen puntualmente, y garantizan jurídicamente, la vida, la libertad y la propiedad de las personas, leyes respetables a las cuales, con toda propiedad, podemos llamar justas. Son respetables las leyes justas y solamente las leyes justas deben ser respetadas, y ello por una razón muy sencilla: respetar una ley injusta, es decir, una ley que viola la vida, la libertad y/o la propiedad de las personas, implica eso, violar derechos del ser humano, algo que podrá estar justificado por la ley positiva, redactada y promulgada por el ser humano, pero nunca por la ley moral, impresa en la conciencia de la persona por El Creador. Y puestas en la balanza pesa más, mucho más, la ley moral, que la ley positiva.

La ley debe ser justa, y nada más que justa, ya que si intenta ser algo más termina siendo injusta y, por lo tanto, una contradicción, tal y como lo es la Ley de Fomento a la Lectura, por cuyos artículos 22 al 27 se impone el precio único, que viola la libertad del vendedor de libros para ofrecerlos al precio que, dadas las condiciones de su mercado, considere más adecuado, viéndose obligado a ofrecer el libro al precio fijado, o por el editor, o por el importador, lo cual viola la libertad del vendedor de libros para…

La Ley de Fomento a la Lectura es un claro ejemplo de que para muchos legisladores, tal y como lo señala Bastiat, “no solo se quiere que la ley sea justa, sino que también sea filantrópica”, es decir, que no solamente reconozca, defina y garantice los derechos de la persona a la vida, la libertad y la propiedad, sino que, además, los preserve de todos los males (por ejemplo: la falta de lectura) y les conceda todos los bienes (por ejemplo: los libros), tal y como lo pretende la mentada Ley de Fomento a la Lectura, ¡como si la lectura se pudiera fomentar por ley!

La Ley de Fomento a la Lectura, sobre todo en lo que al precio único respecta, es injusta, injusticia ante la cual surge de nueva cuenta la pregunta: ¿qué hacer? ¿Respetarla? ¿Violarla? Personalizo la pregunta: ante una ley que me obliga a ofrecer mis libros al precio fijado por el editor, no reconociendo mi libertad para ofrecerlos al precio que me de la gana, ¿qué voy a hacer? ¿Respetarla? ¿Violarla? Usted lector, en mi lugar, ¿que haría?

Para fundamentar mi respuesta vuelvo a lo escrito en la primera parte de esta serie: cumplir una ley positiva injusta implica, o cometer una injusticia, o permitirla, siendo que cualquiera de las dos opciones atenta contra la ley moral. Violar una ley positiva injusta significa, o no cometer, o no permitir, una injusticia, siendo que cualquiera de las dos alternativas respeta la ley moral. Ante la ley injusta, ¿qué hay que hacer? Para responder recordemos lo escrito unos párrafos arriba en el sentido de que, puestas en la balanza, pesa más, mucho más, la ley moral, que la ley positiva, sin olvidar la sentencia socrática: “Más vale padecer una injusticia que cometerla”.

Yo ofreceré mis libros (ojo: mis libros) al precio que considere más adecuado, ¡faltaba más! ¿Qué ello me convertirá en delincuente? Sí, muestra de los absurdos a los que se llega cuando los legisladores inventan delitos, como ahora lo es el ofrecer libros a un precio distinto del único. Ni modo, con estos bueyes tenemos que arar…