Necesitamos un gobierno fuerte, sí, pero no obeso. cada 10 puntos porcentuales que el gobierno aumenta el gasto público, el crecimiento económico se reduce hasta en un punto porcentual
En las
próximas semanas seremos nuevamente testigos de los jaloneos entre el
Legislativo y el Ejecutivo sobre el presupuesto que para el próximo año. De
hecho ya comenzaron, tras el veto al régimen fiscal de Pemex.
El problema es que dados los fenómenos naturales adversos que está sufriendo
EU, el mercado petrolero podría experimentar alzas pronunciadas en sus precios
de corto plazo. A mediano y largo plazo (y eso dependerá de la magnitud de los
daños que los huracanes han causado sobre el sector petrolífero en EU) la
economía mundial podría verse seriamente afectada, y con ello, una posible
recesión podría significar una caída en el precio del barril de crudo. Ante
esto, México está en una encrucijada.
Por un
lado, altos precios en el crudo negro si bien significan mayores ingresos
fiscales para el gobierno, también implican mayores costos de insumos
esenciales para que la economía funcione eficientemente como gasolina, gas
natural, diesel y combustóleo. Lo anterior es un duro
golpe a las familias y las empresas cuyo trabajo diario significa creación de
riqueza y crecimiento económico.
Como
señalamos arriba, si el mercado petrolero mundial experimenta un alza y
especulación descontrolada en los precios, lo más probable es que el resultado
en el mediano plazo sería el de una recesión mundial. Esperemos que esto no
suceda, pues en tal contexto, se exhibiría de manera clara la debilidad de las
finanzas públicas mexicanas, lo que podría poner en riesgo la actual
estabilidad macroeconómica.
En
anteriores artículos hemos expuesto la necesidad vital de que México realice de
una vez por todas una reforma energética. Sin embargo,
también es esencial reformar el actual esquema fiscal que aplica en México. Es
necesario recordar que:
1. El
actual sistema fiscal no genera suficientes ingresos.
2. Como
consecuencia, existe una excesiva dependencia en los ingresos volátiles
provenientes del petróleo.
3. Dada la
baja proporción impuestos/PIB, el sistema crea distorsiones innecesarias. La
estrecha base tributaria significa que las tasas impositivas son más altas de
lo necesario, para un nivel de ingreso dado, afectando negativamente las
decisiones de los agentes económicos. Esto atenta en contra de los buenos
principios tributarios que consisten en tener una base tributaria amplia
asociada con tasas impositivas bajas (o sea, que los impuestos no sólo sean
pagados por unos pocos como actualmente sucede y que además dichos impuestos
sean bajos).
4. El
sistema fiscal mexicano es complejo, lleno de regímenes especiales que sólo
incentivan la evasión y elusión fiscal.
El
problema principal es que cuando se habla de una reforma fiscal que corrija los
puntos anteriores, los políticos generalmente piensan en mayor endeudamiento (y
a veces en mayores impuestos) que permitan sostener montos crecientes de gasto
público (que además no son gastos en infraestructura, educación ó salud sino
que van a parar principalmente a nóminas burocráticas y a contratos
sindicales). Esta estrategia, está probado, nunca funciona. Asimismo, siempre
se olvida que es en la época de vacas gordas cuando hay que ahorrar, nunca
derrochar. El alto precio del petróleo no debe ser la justificación para un
mayor gasto, pues una caída en su precio daría al traste con todo lo planeado,
tal como ocurrió en 1982.
Sólo hay
tres maneras para que el gobierno pueda sostener montos crecientes de gasto
público: la primera es endeudándose más, la segunda es cobrar mayores impuestos
y la tercera es disminuir el tamaño del gobierno para que haya menores
erogaciones. El problema es que hoy día el Congreso está más empeñado en probar
las dos primeras estrategias, lo que dada nuestra actual vulnerabilidad
energética y fiscal, es a todas luces peligroso. Es muy fácil perderse en las
ilusiones que genera hoy la renta petrolera.
Hoy día
los países que más crecen son los que tienen sistemas fiscales sencillos con
tasas impositivas parejas y bajas en donde además el gasto público es
monitoreado constantemente para verificar que es eficiente y no va a parar a
grupos de interés que buscan rentas extraordinarias.
Si bien es
cierto que en el pasado México ha reducido sus niveles burocráticos, éstos aún
son muy altos. Tenemos toda una serie de empresas estatales “enfermas” que
podrían funcionar mejor en manos privadas (y con ello dejar de presionar a las
finanzas públicas) así como un ejército de dependencias gubernamentales
inútiles que sólo engordan la nómina y que en el futuro significan mayores
pensiones dirigidas a sectores no rentables.
La estrategia más inteligente es tener un
gobierno fuerte (que haga su tarea esencial de proteger a los ciudadanos, cosa
que hoy en México deja mucho que desear) pero no obeso y para ello es crucial
controlar su tamaño. Estudios académicos serios ofrecen interesantes razones
por las cuales existe una relación negativa entre el tamaño del gobierno y el
crecimiento económico: 1) el mayor gasto público impone, con su financiamiento,
una carga tributaria más elevada en la economía; 2) conforme el Estado crece,
su productividad decrece; es decir, las erogaciones públicas son destinadas
cada vez más a quehaceres con menor rentabilidad social; 3) la expansión del
Estado en los mercados obstaculiza e incluso sustituye a la actividad
productiva del sector privado; 4) conforme el gobierno se expande, sus recursos
son objeto de redistribución y se reduce su rentabilidad social. La evidencia
también señala que cuanto mayor es el tamaño del gobierno, medido por el gasto
público total a PIB, más se aleja de sus tareas esenciales, y menor es el
crecimiento del PIB de las naciones. En estos estudios se ha podido estimar con
eficiencia que, por ejemplo, por cada 10 puntos porcentuales que el gobierno
aumenta el gasto público, el crecimiento económico (que es el que crea empleos
productivos), se reduce hasta en un punto porcentual.
Es importante entender que México requiere de reformas
estructurales que lo hagan menos vulnerable a fenómenos naturales (ó políticos)
adversos, pero que esto se debe dar sobre la base del uso racional de los
recursos (que además son escasos), nunca sobre el despilfarro y menos aún sobre
la base de expoliar más, mediante
regímenes impositivos injustos e ineficientes, a los que más trabajan.
Parece que el Ejecutivo ha entendido esto. En su último año de
gobierno el Presidente Fox ha enviado un presupuesto prudente. Esto es
contrario a las viejas prácticas políticas cortoplacistas
(que sólo buscan votos mediante el derroche del gasto) y que significan en el
largo plazo inflación galopante y devaluación. Ojalá
en el Congreso recuerden que sólo la prudencia en el uso de los recursos es la
base del éxito de las naciones, nunca la demagogia que sólo busca despilfarrar
los recursos escasos de los contribuyentes.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.