En estos primeros días de enero se ha extendido por algunas zonas del país un paro de la industria pesquera. Miembros de la Cámara Nacional de la Industria Pesquera están protestando de esta manera por las alzas en el precio del diesel marino que utilizan las embarcaciones.

El diesel marino sigue estando subsidiado, nos dice el gobierno, pero su precio ha estado subiendo a lo largo de los últimos meses. Y como suele ocurrir cuando un burócrata en lugar del mercado establece los precios, no hay acuerdo sobre cuál es el nivel justo.

Alberto Cárdenas, secretario de agricultura, ganadería y pesca, me decía hace unos días que el gobierno está proporcionando un subsidio de más de mil millones de pesos al año al diesel marino. Sin embargo, Rafael Ruiz Moreno, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Pesquera, se quejaba en una conversación también conmigo que el precio del combustible en México es ya superior al que se paga en Estados Unidos, cuya flota pesquera está en competencia con la mexicana.

El problema del diesel marino lo estamos viendo también en otros combustibles. Cuando los costos del petróleo crudo subieron de manera espectacular en los últimos años, el gobierno federal decidió subsidiar el precio al consumidor a un costo para los contribuyentes de más de 200 mil millones de pesos nada más en el 2008. Las autoridades optaron por aumentar gradualmente el precio, sólo que cuando se desplomaron las cotizaciones del crudo a nivel internacional se siguieron haciendo los ajustes al alza en el precio mexicano.

Hoy, por lo menos en la gasolina y en el diesel, los precios ya están significativamente por arriba de los que se registran en Estados Unidos, nuestro vecino y principal socio comercial. No sé cuál sea la situación real del diesel marino, pero si el nivel se encuentra efectivamente por arriba del que prevalece en Estados Unidos, esto le resta competitividad a la flota pesquera mexicana y en general a la economía de nuestro país.

El problema es que una vez que el gobierno coloca a un gran burócrata a decidir cuáles son los precios que deben prevalecer en nuestro país se abren las puertas a un conflicto interminable. ¿Por qué limitar el subsidio a una cantidad y no a otra? ¿Por qué subsidiar el diesel marino, para la flota pesquera, o el que se emplea en el campo para operar las bombas de extracción de agua o los tractores, y no la turbosina de los jets o el diesel del transporte público?

El gobierno del presidente Calderón está tratando de jugar un juego muy complicado. Cree en el mercado, como forma de fijar los precios, pero sólo cuando le conviene, y en cambio se inclina por dejarle la responsabilidad a un burócrata en otras circunstancias. Al final lo único que genera es insatisfacción e incertidumbre, como las que estamos viendo en los operadores de la flota pesquera del país.