¡Cuán ciegos pueden volverse algunos cuando son infectados por el virus de la politiquería!, precisamente una gran mayoría de los electores mexicanos, hartos de la ineficiencia e ineficacia de los políticos, aplaudiríamos al partido y a los candidatos que se la jugaran en serio por hacer las reformas urgentes que a México le hacen falta.
Hace
algunas semanas escuché decir a un senador que debido a que estamos en medio de
una crisis económica en el mundo no es momento de hacer una reforma laboral en
México. Afortunadamente, los cinco o seis comensales que escuchamos esa
barbaridad reaccionamos de inmediato: ¡Precisamente porque estamos en crisis es
hora de flexibilizar de veras el mercado laboral!, ¡precisamente porque estamos
en crisis hay que reformar, ya y en serio, la Ley Federal del Trabajo!
El
senador, del PAN por más señas, siguió en la necia: No hay que moverle, además,
porque estamos en temporada electoral.
¡Cuán
ciegos pueden volverse algunos cuando son infectados por el virus de la
politiquería!, precisamente una gran mayoría de los electores mexicanos, hartos
de la ineficiencia e ineficacia de los políticos, aplaudiríamos al partido y a
los candidatos que se la jugaran en serio por hacer las reformas urgentes que a
México le hacen falta.
El
Secretario de Hacienda la semana pasada mencionó, con gran tino, que la
gravedad de la crisis (que, por cierto, ha empeorado por las gastadas
respuestas del presidente y del congreso en Obama
Country, consistentes en aventarle más dinero público a los problemas) hace
indispensable ir más allá de las políticas contracíclicas
que se han aplicado hasta ahora en México. Tales políticas han sido necesarias,
pero insuficientes; y, sobre todo, tienen un límite que el propio Secretario de
Hacienda está señalando: La responsabilidad fiscal.
¿Y
qué significa ir un paso más allá de la estrategia contracíclica?
Pues precisamente hacer, ya, para luego es tarde, las reformas estructurales
más urgentes: laboral, en telecomunicaciones, de apertura a la inversión
extranjera en áreas donde absurdamente la seguimos restringiendo o prohibiendo
y de impulso definitivo a la libre competencia en todos, todos, todos, los
mercados.
Los
pretextos para no hacer nada ya los conocemos: “Es que no hay que rebasar en
curva”, “es que el Peje se puede enojar”, “!ay, no, si proponemos cambiar la
legislación laboral se nos alebrestan los viejitos de la CTM!”, “¡qué
barbaridad!, abrirnos a la inversión extranjera lastima nuestras fibras
sensibles!”, “¿te imaginas la reacción furibunda del ingeniero Slim si impulsamos la competencia en telecomunicaciones?,
¡qué miedo!”, “ni locos, nos van a golpear a todas horas en los noticiarios de
Azteca”…
De
esos miedos y consejas de enanos se alimentan los fanfarrones que presumen ser
“los poderes fácticos” en este sufrido país.
La
novedad electoral sería que tuviésemos políticos que le pierdan el miedo a la
crítica y al debate; que en realidad es el miedo a perder el hueso. Políticos
con la suficiente inteligencia para comprender que, a la larga, los que no se
mueven no sólo perderán su hueso, sino el resto de dignidad que aún les queda.
Y eso, aunque lo duden, vale más que cualquier hueso.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.