Mi anuncio radiofónico favorito, he de confesarlo, es uno que mandó hacer alguno de los membretes políticos –subvencionados con nuestros impuestos- que dice apoyar a Andrés López Obrador. En 30 segundos, calculo, pasan de lo genial a lo soporífero y nos regalan sin querer una descripción despiadada de la mediocre mentalidad de resentidos sociales con la que arruinan su vida, y las vidas de quienes los rodean, los seguidores (algunos le quedarán) del predicador tabasqueño.

Más o menos es así: Voz masculina con tono de reproche machista que pregunta “Romeritos, ¿sin camarones?”. Voz femenina, seguramente de la esposa que debe haberse estado sobándose el lomo en la cocina para alimentar al inútil de su marido o “pareja sentimental” (como dicen los cursis nacos cuando quieren posar de progresistas): “Maridito, ¿sin empleo?”. Tómate ésta holgazán.

Hasta ahí el anuncio logra con gran economía de recursos describirnos las pautas de conducta de una pareja más o menos típica de la clase media o media baja en México. Él es un bueno para nada que cree merecer todo porque es macho y porque su mamita lo malcrió así: La mujer, para él, debe ser buena para el metate y si se puede para el petate, pero nada más. Y entre las obligaciones que impone “el metate” está la de cocinar como Dios manda, si me vas a servir romeritos, más te vale que sean con camarones… De ahí que sin la menor vergüenza le suelte esa pregunta de capataz reprochándole al subordinado con rudimentaria ironía: “Romeritos, ¿sin camarones?” cuya traducción sería más o menos la siguiente: “¿Qué te pasa vieja, estúpida?, ¿crees que a mí, tu amo y señor, me vas a dar de comer unas tristes hierbas con salsa que ni siquiera has tenido la inteligencia de acompañar de unos camarones?… hasta en las cantinas de mala muerte dan una mejor botana”.

Pero la mujer es avispada y no está de humor para aguantar las insolencias de un “maridito” inútil que se pone muy exigente, pero que ni siquiera ha buscado un trabajo para llevar el sustento a la casa. De ahí su respuesta, imitando el tono irónico del badulaque: “Maridito, ¿sin empleo?”, cuya traducción sería más o menos esta: “¿Quieres camarones?, ponte a trabajar”. Ya hasta Lenin lo dijo, copiando descaradamente una frase de San Pablo: “El que no trabaje, que no coma”.

Hasta aquí, repito, el anuncio es genial.

Lo que sigue es la caída. El diálogo era realista, ahora se vuelve propaganda barata. La esposa se arrepiente de haber sido incisiva y recula: “Acuérdate que somos nuevos pobres”. ¿Nuevos?, ¿a poco el inútil de tu marido alguna vez fue rico? Pescado en falta, el maridito encuentra rápidamente la vía de escape: “Es que si el presidente fuese López Obrador estaríamos mejor”. Respuesta mediocre, típica de perdedor (su mujer acaba de derrotarlo, poniéndolo en su lugar: el de bulto inútil) que acude presuroso al pretexto supremo: “López es mi pastor y nada me faltará, en verdes prados me hará pastar y romeritos con camarones me dará para tragar…”

Chafa, chafa, chafa. Tres veces chafa. Y para cerrar el anuncio nos ponen la voz cansina de López, el predicador, con su consuetudinario rollo de redentor de quinta categoría. De lo genial a lo vomitivo en 30 segundos.