¿Por qué dejar de publicar en El Economista? Bien, porque Roma ya no es Roma y porque Isabel de Portugal ya no es quien era.
Se
cuenta que Francisco de Borja al término del largo viaje escoltando el cadáver
de la reina Isabel de Portugal hasta su destino final en Granada, fue conminado
a jurar, como correspondía a quien conoció de cerca y en vida a la bella
soberana, que los restos mortales que acompañó –despojos ya putrefactos-
correspondían en efecto a los de la reina fallecida. Guardó silencio. De nuevo
se le urgió a jurar, respiró hondo y dijo: “Sí, juro; pero también juro que
jamás volveré a servir a señor que se me pueda morir”.
Por
su parte, Francisco de Quevedo escribiría a la vista de Roma en ruinas un
inolvidable soneto del que cito la primera cuarteta:
“Buscas en Roma, ¡oh
peregrino!,
Y en Roma misma a Roma no hallas;
Cadáver son las que ostentó murallas;
Y tumba de si propio el Aventino”.
Este
artículo y el de mañana serán los dos últimos que publicaré en El Economista por decisión libérrima,
personal y de la cual respondo yo, nadie más.
Desde
luego, seguiré escribiendo a diario no sólo estas “Ideas al vuelo” sino varios
comentarios breves a lo largo del día que publicaré, como he venido haciendo
desde hace varios años, en mi bitácora en la red, fácilmente localizable: ideasalvuelo.blogspot.com. También
se seguirán publicando en: asuntoscapitales.com.
¿Por
qué dejar de publicar en El Economista?
Bien,
porque Roma ya no es Roma y porque Isabel de Portugal ya no es quien era.
Durante
20 años, con aciertos y errores, incluso en medio de lamentables desencuentros
entre algunos de sus socios fundadores, El
Economista estuvo animado por una invariable convicción liberal, en el
sentido clásico del término. De esa congruencia da cuenta el estupendo libro
que escribió Bruno Donatello con motivo del 20
aniversario del periódico.
El
azar –aunque el azar no es causa de nada, dicen– hizo
que al cumplir sus 20 años el periódico cambiase de dueños y la nave viró de
rumbo, no sé si hacia un puerto más promisorio o hacia mares más pródigos, pero
ya no con ese talante liberal auténtico, tan escaso en México y en un medio
poco afecto a enaltecer la libertad personal porque hacerlo conlleva la carga
ineludible de la responsabilidad.
Abusando
de la generosidad de los editores actuales del periódico, que mucho agradezco,
concluiré mañana dando pistas de los nuevos derroteros que emprenderé en esta
aventura libre y personal: liberal.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.