Washington (AIPE)- Entre las causas no reveladas del escándalo por las actividades del cabildero Jack Abramoff resaltó el gran cambio ocurrido entre los miembros y empleados del Congreso durante los últimos 30 años y la descomposición de los procedimientos legislativos tradicionales.

Hoy en día, la mayoría de los funcionarios y hasta algunos congresistas parecen recién graduados. Y aunque pueden ser inteligentes y con buena educación no tienen la experiencia ni el debido compromiso con el Congreso como institución. Están allí simplemente para añadir esa experiencia a su currículum vítae, antes de convertirse en cabilderos y hacerse ricos.

No era así cuando comencé a trabajar en la Cámara de Representantes hace 30 años. Muchos de los asistentes de los congresistas habían hecho carrera en esa actividad y no era raro trabajar con gente que llevaba 20 o más años en eso. Había gran lealtad hacia los jefes y con el proceso legislativo, lo cual parece haber desaparecido.

Una razón de esto es que se ha debilitado mucho el compromiso de los miembros del Congreso con la institución y con el buen gobierno. En 1976, cuando comencé como asistente en el Congreso, había congresistas elegidos desde 1920. Wright Patman, demócrata de Texas, es uno de los que recuerdo particularmente. Había sido elegido por primera vez en 1929 y a menudo contaba sobre las dificultades enfrentadas por su abuelo después de la Guerra Civil, lo cual formó la manera de pensar del congresista con respecto a los bancos.

Los congresistas de entonces no estaban allí para poder convertirse luego en ricos cabilderos. Para ellos ser un cabildero era como ser una prostituta, algo que se hace solo frente a la desesperación. El principal objetivo era acumular suficiente antigüedad para presidir algún comité del Congreso porque allí es donde estaba el poder.

Congresistas como Wilbur Mills, demócrata de Arkansas, por muchos años presidente del Comité Financiero, tenía inmenso poder en la redacción de las leyes y los presidentes inteligentes buscaban su asesoría antes de hacer recomendaciones importantes. John Kennedy, por ejemplo, fue muy influenciado por Mills en su programa de reducción de impuestos de 1963.

Una de las maneras como los presidentes de comités mantenían su poder era insistiendo en el cumplimiento de los procedimientos del proceso legislativo. Los proyectos de ley eran referidos a subcomités que realizaban audiencias y discusiones abiertas antes de remitir el proyecto a la consideración del comité, donde de nuevo se realizaban audiencias. Informes completos de los comités eran distribuidos para que cada congresista tuviese una idea clara de lo que buscaba la legislación, mucho antes de que se presentara para un voto.

Eso llevaba mucho tiempo. A menudo tomaba más de un período legislativo para que una propuesta importante fuese aprobada por una de las dos cámaras, antes de comenzar su discusión en la otra. Para cuando el proyecto se convertía en ley había sido filtrado y discutido muchas veces, lo que aseguraba que todo el mundo supiese de qué se trataba, cómo funcionaría y se oía previamente a cada grupo afectado por la nueva ley.

Ese sistema que nos sirvió tan bien durante dos siglos comenzó a debilitarse en los años 70, cuando los demócratas destruyeron el sistema de antigüedad en la Cámara de Representantes. Así lograban acelerar el proceso legislativo, pero los congresistas dejaron de ser premiados por sus años de servicio, lo cual aceleró la rotación tanto de congresistas como de sus asistentes.

Cuando los republicanos tomaron el control en 1994, terminaron de destruir lo que quedaba del sistema tradicional. Se abolieron casi todos los subcomités y leyes importantes se presentaban a votación sin audiencias previas y hasta sin un borrador que pudiese ser revisado por adelantado. El liderazgo a menudo presentaba los proyectos de ley tarde por la noche.

Haber pisoteado así al sistema de comités le abrió las puertas a escándalos como el de Abramoff. Un cabildero no tiene que conocer los detalles de un proyecto de ley. Sólo tiene que conocer a uno de los principales congresistas dispuesto a incluir su recomendación en la ley, sin que nadie se de cuenta. Para cuando la ley sale impresa, ya es muy tarde.

Los dirigentes republicanos planean imponer nuevas restricciones a los cabilderos para protegerse del escándalo de Abramoff. Pero una reforma verdadera tendría que devolverles nuevamente el poder a los comités, lo cual haría mucho más difícil que los líderes actúen sin la debida vigilancia y abierta discusión.

___* Economista y periodista.

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