Lo que le faltaba al inventario de los disparates nacionales es que ahora haya “genios” instantáneos que nos pongan de ejemplo de buena política económica a España, a Estados Unidos, a la Gran Bretaña y (la estupidez no parece tener límites), hasta al desastroso gobierno de los Kirchner en Argentina. No se miden.

Se le reprocha al gobierno de Felipe Calderón, ante su programa económico para 2010, que no sea suficientemente irresponsable y populista. Es de locos.

Podrían reprocharle, por ejemplo, quedarse –otra vez– en el terreno de los arreglos tributarios a medias, en lugar de proponer la reforma tributaria ideal que es generalizar los impuestos al consumo (IVA) con tasa única; establecer una tasa única y baja –no más de 15 por ciento- para el Impuesto Sobre la Renta de personas físicas y desparecer todos los demás impuestos, incluso el ISR para empresas, ya que en último término quienes pagan impuestos son las personas de carne y hueso, no esos “seres de razón” abstractos que llamamos empresas. Habrá incluso quien quiera ir más lejos, en esta materia de los impuestos, y proponga, como Arturo Damm, un solo impuesto al consumo y basta (según sus cálculos, en un comentario por la radio en el programa matutino de Oscar Mario Beteta, un solo impuesto general al consumo, sin excepciones, con una tasa de 15 por ciento habría arrojado una recaudación 24.1 por ciento mayor que la obtenida en 2008). Si las críticas fuesen por ese camino, lo único que nos podrían objetar, desde el gobierno de Calderón, es que los criticones hablamos de un mundo ideal y que, en la realidad, desmantelar todo el aparato tributario es una tarea políticamente inviable, ya que casi cada impuesto federal, de los más de diez que hay en México, tiene una clientela poderosa y privilegiada con las mejores “agarraderas” o “enchufes” en el Congreso, que es la aduana por donde cualquier modificación tiene que pasar. 

Pero no. La mayoría de las críticas contra el programa económico de Calderón para 2010 son tan feroces como insensatas. Le critican al gobierno, esencialmente, lo que sí está haciendo bien, y lo que tiene de responsable este programa económico. Y proponen absurdos tales como incrementar aún más el déficit fiscal –recurrir alegremente a la deuda…, como si alguien nos fuese a prestar sin tener ya recursos petroleros para dar como garantía o una estructura tributaria vigorosa que genere los flujos futuros para pagar la deuda (recordemos, como muy bien la recuerdan los mercados de deuda y las calificadoras, la regla de equivalencia de David Ricardo: Las deudas públicas de hoy serán los impuestos de mañana) y, sin tomarse la molestia de explicarnos de dónde, dictaminan que lo que procede, con el pretexto de la recesión, es darle vuelo a la hilacha del gasto público, pero eso sí: sin cobrar impuestos… ¿Imaginarán, acaso, que junto con la recuperación de la actividad económica en el mundo, la Divina Providencia o el Ratón Pérez nos van a llenar de nuevo los agotados yacimientos de Cantarell? Si antes decían que ese mundo de fantasía era Foxilandia, ¿cómo le debemos llamar ahora?, ¿pejelandia?, ¿perrelandia?

Habría, por el contrario, que reconocerle al gobierno de Calderón que por fin abandonó el populismo barato y trasnochado. Probablemente, eso es lo que debemos agradecer a la derrota del PAN en las elecciones recientes: que Calderón ya no está jugando torneos de popularidad, sino gobernando. Dicho de otra forma, este programa económico y la agenda de reformas estructurales que esbozó el Presidente el dos de septiembre sólo se explican porque, ¡bendito sea Dios!, en México no hay reelección presidencial.

Mi hipótesis es que, a la vista de que la fórmula de rebasar a los irresponsables por la izquierda fracasó electoralmente para el PAN, el Presidente decidió apostar a dejar la Presidencia en 2012 como un Presidente responsable y valiente, como un reformador. Aun cuando tenga que dejarle la Presidencia –Dios nos ampare, como dice la bella Clotilde- al copetón del PRI que se apellida Peña Nieto o a alguien peor… Eso, en todo caso, dependerá de si a los electores mexicanos nos pueden seguir vendiendo, los políticos, el cuento de que hay comidas gratis y de que hay un nuevo PRI reformado, impoluto, competente, probo y patriota. A mí no me venden eso, pero sinceramente, y que nadie se ofenda, si hay quien cree que con que la selección mexicana le gane por un gol a Honduras ya está en el umbral de ser el seleccionado triunfador en la Copa del Mundo de Sudáfrica, ese mismo se puede creer cualquier cosa con tal de que se la vendan por la televisión.

Lo que está haciendo ahora Calderón no lo hace un político que está ansioso de reelegirse o que está mendigando “migajitas de ternura” del electorado. Es lo que hace alguien inteligente y responsable. Lo más fácil, políticamente, sería irse por el expediente de mucha más deuda pública, pretextando la recesión global y contarnos el cuento de que ante las restricciones de recursos (por ejemplo, producto de una recesión global como la que vivimos) lo que procede es sacar la tarjeta de crédito y regalar dinero público por doquier. Endéudate y que paguen los de atrás. Hasta antes de las elecciones intermedias de 2009, Calderón incurrió una y otra vez en esas tentaciones populistas, seguramente con la esperanza de ganar las elecciones para su partido.

Lo que hoy vemos implica un cambio radical en el Presidente respecto del Calderón que vimos en meses pasados.

Les recuerdo, estimados lectores, el talante derrochador y populista de Calderón allá por mayo de 2008. Escribí entonces en estas mismas páginas de “Asuntos Capitales”:

“En México la gasolina es hoy 42% más barata que en Estados Unidos. En promedio, nos regalan tres pesos por cada litro de gasolina que compramos. Esas son ofertas de remate y no chiquitas…

“Mientras tanto, y a pesar de los altos precios del petróleo, que engolosinan a todos los políticos (ya están calculando cuánto les va a tocar de la piñata), el gobierno mexicano está recibiendo menos ingresos de los que había programado por exportación de petróleo –alrededor de 8% menos- porque en volumen se exporta menos crudo del que se esperaba. No hay manera de exportar más. Esta incapacidad no es un problema político, que vayamos a resolver con discursos o con escuadrones de adelitas y adelitos incordiando a toda hora. No, es un problema ontológico tan antiguo como la filosofía griega: Nadie da lo que no tiene.

“Supongo que ante esto Andrés Manuel López Obrador –la nefasta Némesis del presidente Felipe Calderón- debe estar muy contento porque el gobierno que él y sus borregos llaman “ilegítimo”, está aplicando en materia de precios de energéticos la misma política de machismo soberano e irresponsable que habría aplicado López Obrador a imitación de ese otro irresponsable machista soberano, de infausta memoria, que se llamó José López Portillo: “Somos muy machos, dueños de nuestro petróleo, por eso lo desperdiciamos y lo dilapidamos; se nos está acabando ¿y qué?, nos vale”.

“Como López Hablador había espantado con el petate del muerto del “gasolinazo”, ¿qué hizo el gobierno de Calderón? Pues, aumentar el subsidio a la gasolina…

“Un país serio, con un gobierno medianamente coherente, estaría protegiendo un recurso caro y escaso –el petróleo, y específicamente la gasolina, de la cual se importa alrededor del 40 por ciento- ofreciéndolo a su precio auténtico, el del mercado internacional. Así, además, desalentaría el desperdicio energético, la contaminación y el dichoso calentamiento global. Pero no. En México, el monopolio gubernamental actúa exactamente al revés de lo que aconseja la elemental lógica económica: Monopoliza un bien –el petróleo y todos sus derivados- para regalarlo y acabárselo.

“¿Reforma energética?, ¿debate nacional? No me hagan reír que tengo los labios partidos. ¿Bonos ciudadanos de deuda de PEMEX que darán un rendimiento extra? Ni loco que estuviera para comprarlos, ¿para qué queremos un papel financiero de una empresa que regala la mercancía que se le está acabando?

“Este país no es serio”.

Hasta ahí la cita. Lo bueno, pero nos negamos a verlo, es que, al menos por lo que hace al Presidente, este país empieza a ser un poquito serio.