Medir es comparar, por lo tanto la medición, por muy precisa que sea, nunca es absoluta, sino relativa. Lo cual, por cierto, nos recuerda que bienestar, riqueza, pobreza, crecimiento son conceptos relativos no absolutos.
El lunes 14 de septiembre se
difundió mundialmente el reporte de la Comisión para la medición del desempeño
económico y el progreso social. Dicho en su versión original:
"Commission on the measurement of economic performance and social
progress". Puede bajarse de la red, en formato PDF, haciendo clic aquí.
Se supone que esta comisión y su reporte surgieron de la inquietud del
presidente francés Nicholas Sarkozy
- mejor conocido en los medios frívolos de la buena sociedad como "el
chaparrito que se casó en segundas nupcias con la guapa Carla Bruni" - quien habría pedido, en febrero de
No quiero parecer pedante, pero esta inquietud acerca de las limitaciones del
PIB como indicador del bienestar no es nada nueva. Sin embargo, supongo, cuando
el presidente francés te patrocina, con dinero de los contribuyentes franceses
desde luego, una ambiciosa investigación para explorar el asunto no te vas a
negar a ello: Es interesante, puede salir al final algo bueno, te da fama y
prestigio y está bien pagado. Le ruego a los lectores
no tomar a mal este enfoque, a caballo entre el realismo y el cinismo, respecto
de las motivaciones últimas de este trabajo. Sin duda, en el muy improbable
caso que me hubiesen pedido lo mismo no habría dudado en aceptar el desafío.
En México, que yo sepa, sólo dos articulistas de opinión le dieron importancia
al asunto: Marco Provencio en "Milenio" y Luis Miguel González en "El Economista". El
primero publicó una primera parte de su análisis que puede leerse aquí. Es un enfoque inteligente,
provocador y bien documentado. El segundo, cuyo artículo puede leerse aquí, produjo unos párrafos regulares
que no le hacen justicia al trabajo, deduciendo - quién sabe por qué- que el
reporte dice que el PIB es "un indicador obsoleto" tanto como los
protuberantes cinescopios de los viejos aparatos de televisión; no es ésa la
conclusión del reporte, que con toda sensatez advierte NO que la medición del
PIB sea obsoleta sino que es imperfecta, y que no debemos pedirle a ese
indicador, ni deducir de él, lo que no puede dar. El PIB mide, en términos
monetarios, la producción añadida de un país, no el bienestar, mucho menos la
satisfacción o la felicidad, de sus habitantes.
El asunto no es nuevo. Por ejemplo, hace muchos años, Theodore
W. Schultz, premio Nobel de
Economía en 1979 (junto con William Artthur Lewis), escribió que "Buena parte de lo que
denominamos consumo es (en realidad) inversión en capital humano, aunque no lo
capten las cuentas nacionales". Más tarde Julian
Simon, en la misma línea, observó que "si nace
un ternero el PIB por persona aumenta, pero si nace una persona el PIB por
persona disminuye". Esto es: Algo estamos midiendo mal en el PIB y en las
cuentas nacionales. La frase de Simon apunta algo
obvio, producto de un juego aritmético: el nacimiento de una persona aumenta el
denominador y por tanto disminuye el valor de la fracción que llamamos PIB per capita, pero en realidad el nacimiento de
una persona (o la incorporación, merced a un movimiento migratorio, de una persona
a la economía de un país, en especial si es una persona en edad productiva y
con destrezas y habilidades productivas) es mucho más valioso, en términos de
bienestar y hasta de producción, que el nacimiento de un ternero (que, por
supuesto, tampoco es un evento despreciable).
El reporte demora varias páginas citando este tipo de ejemplos, si bien no
puede decirse que siempre tales ejemplos demuestren las insuficiencias del PIB
como medida de la producción (que eso es), no del bienestar. Menciono un caso:
el reporte se refiere a uno de los habituales embotellamientos de tráfico que
se verifican en las grandes ciudades y concluye que ese percance se
contabilizará en las cuentas nacionales, dado el mayor consumo de combustible,
como un incremento en el PIB, cuando en realidad significa, a todas luces, un
decremento del bienestar tanto por la contaminación causada, como por el tiempo
perdido para miles de personas, así como por los evidentes
"malestares" asociados a esos incidentes. Correcto, pero el PIB en
realidad sí registrará también el componente negativo del embotellamiento, en
la forma de horas perdidas de producción.
En realidad, el reporte no es el acta de defunción del PIB -que es lo que
proclama apresuradamente el director editorial de "El Economista", L.M. González-, sino un análisis documentado de sus
limitaciones y una advertencia para todo mundo de que no tomemos ese indicador
como la última palabra. Algo que ya se sabía, pero que no es malo seguir
recordando. También el análisis, en línea con las recientes modas políticas,
advierte que el PIB no mide la "sustentabilidad"
del crecimiento económico desde el punto de vista ecológico, toda vez que, al
decir de muchos expertos en asuntos del medio ambiente, el mismo crecimiento
económico actual puede generar pérdidas de bienestar en el futuro (de hecho,
algunas de las más sombrías predicciones acerca del calentamiento global usan, inapropiadamente a mi juicio, el crecimiento del PIB como
indicador automático de una mayor generación de gases de efecto invernadero, lo
cual es sólo una versión modificada del falso dilema entre progreso y
bienestar, planteado hace más de dos siglos por los conservadores a ultranza
que desconfiaban de las máquinas y de los inventos que generó la
experimentación empírica). En resumen: No hay que pedirle peras (respuestas
finales acerca del bienestar o incluso de la felicidad) a los olmos; esto es:
al PIB, que es un índice contable de la producción agregada.
Me voy a aventurar un poco más allá del análisis económico y positivo del PIB
para recordar algo que aprendí hace muchos años del mejor maestro de filosofía
que tuve la dicha de conocer (Miguel Manzur Kuri, para desdicha nuestra ya fallecido): "Medir no
es saber". Si yo se, decía Manzur, que una vaca
pesa 378 kilos ese "saber" no significa que conozca qué es un vaca. Esta
enseñanza, según recuerdo, la había adquirido Manzur
de una lectura inteligente de John Dewey.
Medir es comparar, por lo tanto la medición, por muy precisa que sea, nunca es
absoluta, sino relativa. Lo cual, por cierto, nos recuerda que bienestar,
riqueza, pobreza, crecimiento son conceptos relativos (respecto de..., en
comparación con...), no absolutos. Lo cual no obsta para reconocer que medir es
sumamente útil, dado que difícilmente podemos mejorar aquello que no podemos
medir.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.