Como siempre, el presupuesto de egresos para el 2010 se aprobó en una sesión maratónica en la que por acto de magia los líderes detuvieron el calendario durante cuatro días el 13 de noviembre para así cumplir “en tiempo y forma” el precepto de ley que ordena que el documento se promulgue a más tardar el día 15.

Una vez más un pequeño grupo de diputados negociaron y ajustaron el documento y lo presentaron a sus compañeros para voto en la madrugada, sin que la mayoría tuviera idea de lo que estaban aprobando. Por lo menos esta vez estuvieron presentes casi todos los diputados. Sólo 34 estuvieron ausentes de la sesión. Funcionaron esta vez las medidas de disciplina de los partidos.

Todos los políticos presentaron la negociación como un triunfo para ellos y para sus partidos. El presidente y los panistas consiguieron, de hecho, más dinero para gastar del que habían pedido originalmente. Los 3 billones 176 mil millones de pesos son, de hecho, una cantidad difícil de imaginar. Si se repartieran entre los 107 millones de habitantes de México nos darían un monto de 29,682 pesos por cada hombre, mujer y niño del país. Desafortunadamente, la mayoría de los mexicanos no recibe ningún tipo de beneficio de este enorme gasto gubernamental.

El presidente puede vanagloriarse de que su propuesta de gasto permaneció virtualmente intocada. Los diputados reasignaron 96,600 millones de pesos de la propuesta presidencial. Parece mucho dinero, pero en realidad es sólo un 3 por ciento del total.

Los diputados del PRI realizaron la mayor parte de los cambios. Pueden enorgullecerse de haber encauzado a sus causas favoritas una gran cantidad de dinero. Aumentaron en particular el presupuesto para carreteras, favoreciendo en particular al estado de México, gobernado por su correligionario Enrique Peña Nieto. Elevaron los presupuestos de la Secretaría de la Reforma Agraria y la Secretaría de Turismo, que el gobierno quiere eliminar. Redujeron los presupuestos de la Presidencia, Gobernación y la Secretaría del Trabajo, al parecer para mandarle un mensaje político al presidente de que son ellos, y no él, el que manda en el presupuesto.

Al PRD y el PT no les salieron las cosas tan bien. Si bien se opusieron desde un principio a aprobar el presupuesto, y reclamaron el derecho de negociar la asignación del gasto pese a haber votado en contra la Ley de Ingresos, al final sólo consiguieron 25 votos en contra y cuatro abstenciones. No deja de ser significativo que el propio Alejandro Encinas, coordinador de los diputados del PRD y fiel seguidor de Andrés Manuel López Obrador, se equivocó en el momento de emitir su voto. Sufragó primero con una abstención y sólo después, al darse cuenta de su error, corrigió y votó en contra. Pero no se puede culpar nada más a Encinas por la confusión. En el dictamen final que se votó se incluyeron 36 páginas de una fe de erratas.

Quizá lo peor de todo es que nadie en el Congreso parece dispuesto a tomar medidas para empezar a trabajar ya en el presupuesto del 2011 como se hace en otros países, donde la labor es constante a lo largo del año. Lo más seguro es que, una vez más, el año que viene los legisladores estarán tomando decisiones de último minuto en una sesión prolongada artificialmente para votar un mal presupuesto que ninguno de los legisladores conoce en realidad de fondo.

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