Un estadista tiene que tomar las decisiones correctas para su país: por supuesto si son populares, pero todavía más si no lo son.
Carlos Navarrete, coordinador del PRD en el Senado, está
pidiendo al gobierno federal del PAN que organice una consulta para determinar
si los mexicanos están de acuerdo con el alza de la gasolina. Al mismo tiempo,
el PAN pide al PRD que organice una consulta entre los capitalinos para saber
si están de acuerdo en permitir las bodas entre homosexuales y la adopción de
niños por parejas gay.
Perredistas y panistas
saben que estas consultas tendrían respuestas negativas. Virtualmente ningún
impuesto sería aceptado en una consulta popular. Por otra parte, la
discriminación contra los homosexuales es tan grande en México que en una
consulta popular no sólo resultaría en la prohibición de las bodas sino incluso
de las relaciones entre ellos, independientemente de que esto viole sus
derechos individuales.
Un país que procura someter toda decisión a una consulta
ciudadana se verá imposibilitado de hacer reformas de
fondo. De hecho, si hubiéramos sometido a la opinión popular los impuestos que
cobra el Estado mexicano, lo más seguro es que no se cobraría ningún impuesto.
Y no hay certeza de que nuestro país viviría mejor sin impuestos y, en
consecuencia, sin gobierno.
Los países que mejor funcionan tienen gobernantes que toman
las mejores decisiones para el bien de los gobernados aun cuando no sean
populares. No se arredran ni siquiera por la posibilidad de perder el poder.
“Un político piensa en la próxima elección”, decía Otto von
Bismarck. “Un estadista, en la próxima generación.”
Nuestros políticos sólo escogen mandar a consulta propuestas
que tienen asegurada la aprobación. La reforma electoral de
En los casos que hoy se discuten, me inclino por las dos
posiciones impopulares. No veo razón para impedir que los homosexuales
contraigan matrimonio, si así lo quieren, ya que no hacen con ello ningún daño
a nadie. Tampoco veo problema en que adopten niños. La mayoría de las parejas
homosexuales son padres excelentes. No se puede prohibir esta adopción por la
idea de que algunos homosexuales pudieran tener conductas incorrectas, como no
prohibimos que los niños tengan contacto con sacerdotes a pesar de que algunos
sacerdotes han abusado de niños.
En cambio, creo que el alza de los combustibles sí es
correcta. Nadie quiere, por supuesto, pagar un precio mayor por ningún
producto. Pero el subsidio a la gasolina quita dinero a los pobres para dárselo
al 20 por ciento más rico de la población.
Puedo estar equivocado, por supuesto, pero lo que no es
aceptable es que estas decisiones fundamentales se tomen por un voto de
popularidad. Un estadista tiene que tomar las decisiones correctas para su
país: por supuesto si son populares, pero todavía más si no lo son.
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