La pobreza de Haití—80 por ciento de los haitianos vive con menos de dos dólares al día—es especialmente trágica dada la relación entre pobreza y vulnerabilidad ante los desastres naturales.
El desastre humanitario en Haití ha generado, como debía ser, amplias
muestras de apoyo por parte de la comunidad internacional. Pero la tragedia
también debería provocar indignación ya que la destrucción masiva, el
sufrimiento y la pérdida de vidas podían haberse evitado en gran medida.
Los desastres naturales, como los huracanes y las inundaciones que
regularmente han azotado a Haití, han castigado a la humanidad a lo largo de la
historia. Conforme el mundo ha prosperado, también ha aumentado la capacidad
para enfrentar estas calamidades: las muertes anuales debido a desastres
naturales han disminuido en un 96 por ciento desde los años veinte.
El crecimiento económico ha hecho posible que países alrededor del
mundo, e incluso cada vez más naciones en vías de desarrollo, mitiguen el daño
causado por los “actos de Dios”. El crecimiento tradicionalmente viene
acompañado de construcciones más resistentes, esquemas de aseguración de
bienes, una mejor infraestructura, una economía más diversificada, una mejor
habilidad de responder a las emergencias, acceso a ahorros y crédito, entre
otras cosas. Desafortunadamente, el crecimiento ha eludido a Haití. A pesar de
recibir más de $8.400 millones en ayuda externa desde 1980, Haití es más pobre
hoy de lo que era hace 30 años.
La pobreza de Haití—80 por ciento de los haitianos vive con menos de dos
dólares al día—es especialmente trágica dada la relación entre pobreza y
vulnerabilidad ante los desastres naturales. Un estudio realizado por el Centro
para la Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres, con sede en
Bélgica, analizó un periodo reciente de 30 años comparando desastres naturales
en los 10 países más ricos con aquellos de los 10 países más pobres. El Centro
descubrió que el promedio de víctimas anuales por cada 100.000 habitantes en
los países ricos era de 36; para las naciones pobres las víctimas promediaban
2.879 al año, aún cuando los países ricos experimentan la misma cantidad de
desastres.
¿Por qué Haití es tan vulnerable? Sus políticas económicas autárquicas y
sus instituciones disfuncionales han mantenido a los haitianos pobres. Mientras
que países en vías de desarrollo alrededor del mundo han implementado reformas
económicas y aumentado su crecimiento considerablemente aprovechando la
globalización, Haití no lo ha hecho. Se encuentra en la mitad de naciones con
menor puntaje en el índice de libertad económica del Fraser
Institute y su nota no ha mejorado desde 1980. La falta de libertad crónica
explica en gran parte la naturaleza precaria de la vida de los haitianos.
Pude observar esto en una visita a Haití hace cinco años, poco después
de una rebelión popular que sacó del poder al autocrático presidente Jean
Bertrand Aristide, a quien Washington había regresado
al poder en la década de los noventa como parte de un esfuerzo por promover la
democracia.
Fui testigo del nivel extremo de disfuncionalidad
en Haití. Casi nada funcionaba correctamente. El agua distribuida por tuberías
no era confiable o no existía del todo, por lo que los haitianos cargaban
galones de agua o dependían del líquido distribuido por camiones cisterna. El
servicio eléctrico era esporádico. Los haitianos que podían pagarlo dependían
de generadores que funcionaban con gasolina, el resto se quedaba sin luz o
utilizaban lámparas de keroseno. Una inspección visual de la capital Puerto
Príncipe por la noche sugería que aproximadamente solo un tercio de la red de
electricidad estaba funcionando.
La seguridad pública no solo era poco confiable, sino que hasta
peligrosa. Más de un par de empresarios y representantes de la sociedad civil
contaban anécdotas personales de haber sido secuestrados por la policía a
cambio de una recompensa. El dinero que pagaban por su liberación, explicaban,
iba directamente a Aristide (solo nueve países en el
mundo son más corruptos de acuerdo a Transparencia Internacional). El crimen
estaba en todas partes, la policía era considerada simplemente como otra
pandilla armada y aquellos que podían pagarlo contrataban seguridad
privada.
Desde entonces ha habido alguna mejora en cuanto a seguridad e inversión
extranjera, pero no lo suficiente para cambiar las cosas. Los derechos de
propiedad de la gran mayoría de los haitianos no son reconocidos ni protegidos
por el Estado. Las regulaciones burocráticas son asfixiantes. De acuerdo al
Banco Mundial, empezar un negocio legalmente requiere de 195 días y cuesta 228
por ciento del ingreso promedio en costos legales y administrativos.
Los haitianos ordinarios trabajan heroicamente para sobrevivir. El
economista peruano Hernando de Soto recientemente calculó que el 99 por ciento
de los negocios haitianos operan dentro del sector informal. Las leyes formales
onerosas y excluyentes empujan a los haitianos hacia el altamente ineficiente
sector informal, limitando su potencial para crear riqueza.
Mientras que Haití pasa de la emergencia a la reconstrucción, aumentarán
los llamados a intensificar los programas de ayuda externa a largo plazo. La
promesa de la ayuda externa no deja traslucir su triste historial. La
asistencia oficial ha ayudado a mantener a Haití en la pobreza. Ha contribuido
a sostener políticas estatales equivocadas. Ha conducido al endeudamiento, no
al desarrollo. El hecho de que el Banco Mundial haya calificado a Haití como un
país altamente endeudado como para necesitar de una condonación de deuda es una
admisión implícita del fracaso de la ayuda externa: toda la deuda a largo plazo
de Haití se debía a la ayuda externa y a planes de desarrollo
gubernamentales.
No magnifiquemos los problemas de Haití incrementando considerablemente
la ayuda externa. En vez de depender de tal derroche, Haití debería utilizar la
crisis como una oportunidad para liberar a sus ciudadanos al aumentar
dramáticamente su libertad económica. La clave para la prosperidad en Haití
será la voluntad y habilidad de los haitianos de implementar reformas de
mercado profundas.
*Artículo
publicado con autorización de Cato Institute.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.