En el último Pesos y Contrapesos pregunté si es correcto fijar el precio del agua en función de algún otro elemento que no sea su costo de producción, de tal manera que el consumidor pague, por el agua consumida, lo que realmente cuesta. La respuesta correcta es que no resulta correcto fijar el precio en función de algún otro elemento distinto de su costo de producción, sobre todo si realmente se pretende que los consumidores economicen agua.

Ante esta afirmación un lector me pregunta si la manera correcta de fijar un precio no es, tal y como se enseña en los libros de introducción a la economía, o en los textos de microeconomía básica, a partir de la interacción entre oferentes y demandantes, siendo que los oferentes “aportan” el costo de producción y los demandantes “contribuyen” con su valoración y poder de compra, estableciéndose así una banda de fluctuación del precio, con un límite inferior, fijado por el costo de producción del oferente, y otro superior determinado por la valoración y el poder de compra del demandante.

La respuesta a la pregunta del lector, sin entrar en mucho detalle, es que, efectivamente, así, por la interacción entre la oferta y la demanda, y por ello dentro de los márgenes de la banda de fluctuación del precio, se fija el precio de las mercancías, ¡siempre y cuando el oferente busque obtener la mayor ganancia posible!, lo cual consigue si logra vender su mercancía a un precio lo más arriba posible de su costo de producción, ¡y no al nivel de su costo de producción!

Aclarado lo anterior debemos preguntarnos si, en el D.F., el Sistema de Aguas de la Ciudad de México pretende vender su mercancía al precio que le permita maximizar su ganancia o, dicho de otra manera, al máximo precio posible. La respuesta es que no, ya que dicho oferente no es una empresa mercantil, cuyo fin sea maximizar la utilidad, sino una entidad gubernamental, cuya meta es proveer el agua, o, dicho de otra manera, “crear los mecanismos más adecuados que permitan proporcionar los medios para lograr una eficiente distribución de los servicios hidráulicos en la Ciudad de México”.

Una empresa puede tener como fin, tal y como sucede con las “empresas” del gobierno, no maximizar la ganancia, sino proveer, al menor precio posible, algún bien o servicio, sobre todo si dicha mercancía es considerada indispensable, tal y como es el caso del agua.  Aceptando lo anterior, la pregunta que debe hacerse es ¿cuál es el menor precio al que debe ofrecerse una mercancía? La respuesta correcta es aquel que alcance para cubrir todo el costo de producción o, dicho de otra manera, aquel que no suponga ningún subsidio a favor de los consumidores, subsidio que de una u otra manera, hoy, mañana o pasado mañana, sale del bolsillo de los contribuyentes, de tal manera que lo que pagamos de menos como consumidores lo pagamos de más como contribuyentes, pudiendo resultar más caro el caldo que las albóndigas.

Continuará.