El equipo favorito de los apostadores internacionales para ganar el Mundial es España. El dato lo ha difundido Leo Zuckerman tras una revisión minuciosa de varios de los sitios de apuestas en Internet más visitados. Son los apostadores quienes hacen los mejores pronósticos, o los vaticinios menos desorbitados, porque los apostadores durante el juego están poniendo su dinero en riesgo; no sólo sus ilusiones.

Bien. Si España gana el Mundial no estará de más recordar que España hoy día es el país de la Unión Europea con la tasa más alta de desempleo abierto en el umbral del 20 por ciento de la población económicamente activa; que tiene un severo problema fiscal (en sólo unos cuantos años pasó de tener un superávit en su balance público a un déficit de dos dígitos respecto de su PIB…, y contando); que difícilmente la economía española crecerá durante este año a pesar de que la recuperación mundial ya está en marcha –débil y gradual, pero en marcha-; que España tiene un grave problema de improductividad y requiere con urgencia flexibilizar su legislación laboral para equipararse en productividad con la media europea, ya no se diga para alcanzar la productividad laboral de Alemania; que los bonos para cobertura en caso de incumplimiento del servicio de la deuda soberana española (CDS, por las siglas en inglés del nombre técnico: “Credit Default Swaps”) ya rozan un premio de 200 puntos base; que España padece la peor de sus crisis políticas de credibilidad desde que concretó, con la Constitución de 1978, su transición exitosa a la democracia…

En fin, no estará de más recordar que hay una disparidad enorme entre el prestigio futbolero de España –su potencial en ese mercado global específico- y su desempeño económico. También es abismal la diferencia entre la cotización futbolera de España y la cotización de sus políticos como líderes eficientes y responsables; esta última cotización es ínfima.

En diciembre de 2009, durante la cumbre de Copenhague que congregó a los líderes del mundo que se dicen agobiados por el deterioro del ambiente, José Luis Rodríguez Zapatero, el jefe de gobierno de España, fue la estrella. Concluyó entonces su perorata con una joya de retórica vacía, digna conclusión a un discurso hueco aderezado con trucos de histrionismo barato. Su frase final rompió todas las marcas de la demagogia inane, lo que ya es decir hablando de políticos. Dijo así: “La tierra no pertenece a nadie. Salvo al viento”.

Por supuesto, el auditorio estalló en aplausos.

Si España gana el Mundial de futbol, ya veremos a Zapatero montándose encantando en esa ilusión redonda del balón y ya nos regalará otra memorable frase hueca dicha, eso sí, con la solemnidad que merecería un aforismo destinado a cincelarse en piedra.

En contraste, el equipo de futbol de Nueva Zelanda es uno de los más despreciados por los apostadores. Pero Nueva Zelanda es una economía ejemplar si las hay: con impecables políticas monetarias y fiscales, abierta y libre, altamente productiva. La probabilidad de que Nueva Zelanda gane la Copa del Mundo es ínfima, menor al uno por ciento.

Dice la sentencia evangélica: “Ahí donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”.

Que cada cual saque sus conclusiones.La ilusión, en estos días, se volvió redonda. Ya vendrán después las desilusiones; que no son esféricas, sino tan lánguidas como quejumbrosas.