Ningún programa social puede mantenerse en el largo plazo si la productividad de la economía de la que surge no lo puede pagar.
El pasado 27 de octubre en Bruselas los gobernantes de los países de la zona del euro tomaron la difícil decisión de permitir una quita, un “corte de pelo”, de 50 por ciento en el valor de los bonos del gobierno griego. Como esto podría haber provocado la quiebra de varios bancos, muchos de ellos griegos pero otros franceses y alemanes, los gobernantes decretaron también medidas de recapitalización de los bancos, lo cual tendrá un costo muy importante incluso para instituciones que no tienen en sus activos bonos griegos, y un incremento del fondo de estabilización que se ha creado para enfrentar las consecuencias de la crisis griega y que puede, entre otras cosas, rescatar a países y a bancos en problemas. A Grecia se le establecieron, a cambio de la quita “voluntaria” de 50 por ciento en su deuda, nuevos objetivos de ajuste económico.
Todo el esquema, que fue consultado con el primer ministro griego, Giorgios Papandreou, estuvo a punto de desplomarse en el momento en que éste anunció el 1ro de noviembre que había decidido someter el programa de ajuste a un referéndum popular. Es evidente que el pueblo griego no aceptaría en una consulta de este tipo una reducción en los programas sociales, por lo que Papandreou estaba fundamentalmente condenando al fracaso todo el programa.
Los gobiernos de Alemania y Francia, que están financiando la mayor parte del rescate, reaccionaron con ira y apuntaron que si Grecia no realiza los ajustes que ya había aceptado se suspendería la entrega del siguiente tramo de ayuda al país que es de unos 8 mil millones de euros. Sin este dinero, el gobierno griego no podría ya realizar sus pagos en este mes de noviembre lo que llevaría a una suspensión de pagos. Una consecuencia adicional sería seguramente la salida de Grecia del sistema del euro.
Las encuestas de opinión apuntan, efectivamente, que los griegos no quieren más ajustes de los programas sociales. Al mismo tiempo, sin embargo, revelan que el 70 por ciento de la población no quiere que Grecia abandone el euro como su divisa. Los griegos no son tontos. Saben perfectamente bien que a pesar de que se les está exigiendo una mayor austeridad gubernamental, que afectaría muchos problemas sociales que ahora los benefician, la caída de su nivel de vida sería mucho mayor en caso de que el país abandone el euro y ya no reciba los subsidios del resto de Europa.
Al final Papandreou tuvo que echarse para atrás en su balandronada para realizar un referéndum. Su gobierno ha quedado en la cuerda floja y de hecho podría haber caído en el momento en que usted lea este artículo.
Con referéndum o sin él, dentro o fuera del euro, la única realidad es que el gobierno griego debe mucho más de lo que puede pagar. Si Grecia quiere tener futuro económico, si quiere evitar una caída brutal en el nivel de vida de su población, por no hablar ya de lograr algún crecimiento, es importante que ponga en orden sus finanzas. Ningún programa social puede mantenerse en el largo plazo si la productividad de la economía de la que surge no lo puede pagar.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.