Lo preocupante de la “reforma” fiscal no es el mal que puede hacer, sino el bien que impide alcanzar.
No han sido pocas las personas que me han preguntado por las consecuencias que, sobre la actividad económica de los mexicanos, va a tener la “reforma” fiscal que, al final de cuentas, acabaron disponiendo diputados y senadores, y cuyo fin primordial (¿único?) es aumentar la recaudación, con el objetivo de contar con el dinero necesario para financiar los nuevos programas, sobre todo los sociales, y en concreto socialistas, que el Poder Ejecutivo Federal pretende poner en marcha, dinero necesario que terminará siendo insuficiente, y por ello el déficit presupuestario, que no es otra cosa más que deuda, primer paso en el que puede ser el camino al desorden en las finanzas gubernamentales, con todas las consecuencias negativas que ello puede llegar a tener sobre la economía en su conjunto, tal y como ya en otras ocasiones ha sucedido en México.
Algunos creen que el efecto de la mentada “reforma” fiscal será un retroceso en materia económica, mismo que imaginan como un menor crecimiento en la producción de bienes y servicios, una menor generación del ingreso, y una menor creación de empleos, consecuencia de una menor inversión directa en el país, que se vería desincentivada por la “reforma”, todo ello contrario al reto que enfrentan muchos mexicanos, el de elevar su nivel de bienestar, comenzando por poder satisfacer correctamente sus necesidades básicas, aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan contra la salud y la vida del ser humano. Y no olvidemos que el 45 por ciento de los mexicanos sobrevive, ¡qué vergüenza!, en la pobreza.
Además no han faltado quienes se preguntan si la “reforma” fiscal, además de los efectos nocivos que podría tener en materia de producción, ingreso y empleo, no generará inflación y devaluación, con lo cual tendríamos, de todas, todas: menor crecimiento de la producción, menor generación de ingreso, menor creación de empleos, y todo ello combinado con inflación y devaluación. En una palabra: estanflación[1]. (¿Se acuerdan del término?).
Esta impresión, compartida por muchos, ¿será cierta? ¿La “reforma” fiscal tendrá como consecuencia un retroceso en materia económica, definido en los términos expresados en el párrafo anterior, y sintetizado en la palabra estanflación? Por obra y gracia de la “reforma”, ¿estamos en la antesala de una debacle económica? No lo creo: no considero que la “reforma” vaya a ocasionar un retroceso en materia económica, mucho menos considerable, pero, ¡y esto es lo preocupante!, tampoco va a permitir un avance significativo, el necesario para hacer de la mexicana una economía más competitiva, más segura y más confiable, más atractiva y más interesante, para las inversiones directas, que son las que abren empresas, producen mercancías, crean empleos y generan ingresos, y que son la clave del progreso económico.
Lo preocupante de la “reforma” fiscal no es el mal que puede hacer, sino el bien que impide alcanzar: más inversiones directas y mayor progreso para un mayor número de gente.
EntrarTanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario.