La deuda pública es un asunto trascendental en una economía ya que el manejo de ésta influye positiva o negativamente en el bienestar de las personas. Una política de deuda irresponsable absorbe recursos productivos de la sociedad para dilapidarlos en acciones económicamente improductivas, mientras que una política inteligente fortalece los mercados financieros y brinda oportunidades de producción y consumo. Así son de contrastantes las políticas de endeudamiento del Gobierno Federal y del Gobierno del Distrito Federal.

En el caso del Gobierno Federal, es mentira que la deuda pública haya aumentado durante la actual administración, como quieren hacernos creer los partidarios de López. No es que uno sea partidario del gobierno de Fox, pero los números están a la vista para quien desee bien informarse: La deuda pública total comenzó a disminuir notablemente a partir de 1988. Después de alcanzar niveles por encima del 90% del PIB en los ochenta, pasó del 23% del PIB en 2000 al 21.9% del PIB en 2005. No se ha podido disminuir más porque no se han obtenido los superávit fiscales que permitan liquidar deuda, cortesía de los legisladores de oposición, para variar.

La política de deuda del gobierno de Fox está orientada a incrementar los plazos de la deuda interna y reducir la dependencia de la deuda externa. A principios de este gobierno, la deuda externa representaba más del 50% de la deuda pública total (una proporción que en los años ochenta llegó a ser de 75%), pero hoy en día menos del 40% del endeudamiento total es en moneda extranjera. La composición de la deuda pública ha cambiado, ahora pesa más el endeudamiento en pesos, lo que reduce riesgos. Este proceso de migración a deuda interna ha sido todo un éxito, así lo reflejan las dos ofertas de “warrants” (instrumentos que permiten intercambiar deuda en otras monedas por deuda en pesos) realizadas recientemente. Ahora el financiamiento interno se lleva a cabo, cada vez más, en instrumentos a tasas de interés fijas y de largo plazo (3, 5, 7, 10, 20 y, tal vez, 30 años); algo que era imposible hace una década. Todo esto no es más que un síntoma de la enorme confianza internacional en la política económica del Gobierno Federal. Algo deben estar haciendo bien.

Aún considerando otros pasivos –que el gobierno de Fox no tiene tanta manera de controlar-, como los del IPAB, los provenientes de Pidiregas, los pasivos del rescate carretero, la deuda de la banca de desarrollo, fondos y fideicomisos y otros, la deuda ampliada -contabilizada en un indicador llamado Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público- pasó de 40% del PIB en 2000 a 37.5% en 2005.

El excelente manejo de la deuda por parte de la Secretaría de Hacienda no sólo ha sido pieza fundamental para la estabilidad macroeconómica, sino también para la economía personal de cada mexicano: Ahora hay más dinero para la gente y a un menor costo, pues el sector público ha dejado de absorber una gran cantidad de recursos de los mercados financieros. Basta observar el extraordinario crecimiento que ha registrado el crédito a la vivienda, al consumo y la marcada tendencia descendente de las tasas de interés.

Así las cosas, la política de endeudamiento del gobierno de Fox se ha traducido en estabilidad económica, confianza internacional y bienestar para las personas. ¿Qué ha pasado con la deuda del Gobierno del Distrito Federal?

La deuda del Gobierno del Distrito Federal, en cambio, sí ha aumentado. Pasó de 2.5% del PIB del D.F. en el año 2000 a 2.8% en el 2004 (último año que se tiene registro). ¿Le parecen poco, amigo lector, 8 mil millones de pesos reales (14 mil nominales) de aumento? Quizá no en un ambiente de dinamismo económico, pero no es el caso del D.F.

El Distrito Federal registró un crecimiento económico medio del -0.4% cada año desde el 2000. En los cuatro años del Peje al frente de la “Ciudad de la Esperanza”, el PIB del D.F. acumuló una caída del (-)1.7 por ciento. En el mismo periodo, el resto de los estados del país aumentaron su PIB en 8.7 por ciento.

En términos de PIB per capita, el D.F. cae medio punto porcentual cada año, mientras que las demás entidades federativas crecen al 1 por ciento año con año.

Más aún: Por cada 100 empleos formales que había en el año 2000, los estados de la república, a excepción del D.F., han creado dos más para 2005. Por su parte, el D.F. ha destruido casi cuatro en el mismo lapso. ¿A dónde se habrán ido?

La política de deuda del Gobierno del Distrito Federal ha expoliado recursos valiosos a la sociedad, los ha derrochado en proyectos de construcción (único sector que sí registró un crecimiento significativo) con la alegre intención de detonar un crecimiento económico que lo único que ha hecho es caer en picada arrasando con el empleo. (La propuesta de López Obrador para incentivar el crecimiento económico del país cuando sea presidente es usar la construcción. A eso hay que decir: ¡No, gracias!).

Ahí tiene usted, apreciable lector, la frialdad de los números. Usted mismo puede verificarlos tanto en la página de Internet de la Secretaría de Hacienda y el INEGI como de la Secretaría de Finanzas del Distrito Federal. Compare los resultados de ambas políticas de endeudamiento y decida.

Lo aquí planteado no es parte de una supuesta guerra sucia, sino de una cruzada para informar bien a los electores. El “negrito en el arroz” solamente es una peor situación económica de los hogares chilangos, pero nada más, sólo detalles. Y lo que la Sra. Poniatowska entiende por “buen gobierno”, en cualquier otro lugar del planeta se le llama “endeudamiento irresponsable”.