Desde 2009, el PIB griego se ha contraído en un poco más de 25% mientras que la tasa de desempleo representa un cuarto de la PEA (50% entre la población menor a 30 años). Su deuda es de casi el 180% del PIB, la segunda más alta del mundo después de Japón y, como se desprende del análisis del Fondo Monetario Internacional, es insostenible a pesar de dos grandes paquetes de ayuda, incluida una en el 2012 que incluyó una quita del principal, alargamiento de los plazos y menores tasas de interés.  Una tragedia en la cual los propios griegos se metieron dado el manejo totalmente irresponsable de sus finanzas públicas, con un enorme sector público que emplea a 40% de la PEA y con esquemas de seguridad social excesivamente benevolentes (hay quienes se jubilan a los 50 años de edad).

Enfrentando una emergencia, el gobierno griego impuso fuertes restricciones al retiro de depósitos de la banca comercial (60 euros diarios y 120 euros para los jubilados) así como controles estrictos a la transferencia electrónica de fondos bancarios al exterior. Estas restricciones han creado a su vez un caos: caída significativa de importaciones (alimentos y medicinas) dado que no hay crédito de proveedores extranjeros, reducción  del consumo interno dado que no hay liquidez en la economía y una oleada de cancelaciones turísticas (50%) que le ha pegado muy duro al principal sector de actividad económica (el sector turismo representa casi el 20% del PIB).

Al momento de escribir este artículo, el conteo parcial en el referéndum griego daba una victoria al "no" sobre si se debería aceptar las condiciones para la renegociación de la deuda tal como estaban establecidas el 25 de junio, mismo que al momento de ser convocada tal consulta éstas ya no estaban vigentes. El argumento y campaña a favor del "no" por parte del primer ministro Tsipras era que ello le daría a su gobierno una posición más fuerte en la renegociación con el objetivo de lograr mejores condiciones. De efectivamente ganar el "no", quedan muchas preguntas abiertas.

La primera y quizás la más importante en el muy corto plazo, es si el Banco Central Europeo mantendrá su línea de liquidez con los bancos griegos. A pesar de las restricciones a los retiros, la banca dispone de liquidez por menos de mil millones de euros, que a la tasa actual de retiros, les alcanza para menos de una semana. Tsipras afirmó que el martes los bancos reanudarían sus actividades normales; imposibles en las condiciones actuales. No mantener o inclusive ampliar la línea implica, de facto, la expulsión de Grecia de la zona euro, la quiebra de los bancos y el desplome de la economía. Esto obviamente forzaría al gobierno a emitir su propia moneda y generar una hiperinflación para licuar los pasivos internos y reducir los salarios reales.

La segunda es si efectivamente tras la victoria del "no", Grecia puede mejorar las condiciones de la negociación sobre su deuda y las condiciones subyacentes, que incluyen un aumento de impuestos, una reducción del gasto público, privatización de activos y una reforma al sistema de pensiones. Tsipras asegura que para el martes llegaría a un acuerdo lo cual se ve muy difícil dada la oposición que hay principalmente por parte de Alemania, Estonia y Holanda, más aún cuando la señal que el propio gobierno griego ha mandado es que no estaría dispuesto a cumplirlas. De no llegar a un acuerdo, Grecia saldría de la zona euro.

La moraleja: "con las finanzas públicas no se juega o el resultado es una tragedia".