El presidente Peña afirmó que él no se levanta pensando cómo joder a México. Estoy de acuerdo, aunque por acción u omisión uno podría encontrar algunos ejemplos de que la acción gubernamental, no necesariamente por decisiones que tome el presidente, terminan por joder, entendiendo este verbo como un acto que genera un daño y/o molestia. Van algunos.

El primero y que considero como el más dañino, es la falta de voluntad política de emprender una verdadera cruzada contra la corrupción. Durante la campaña presidencial con vista a las elecciones del 2012, uno de los puntos centrales de la campaña del ahora presidente fue la promesa de luchar contra la corrupción. Sin embargo, no fue hasta el caso de la "Casa Blanca" que se actuó. Ante el hartazgo de la sociedad por escandalosos actos de corrupción y de conflicto de intereses y por una fuerte presión social, fue que finalmente el presidente se vio forzado a enviar al Congreso las iniciativas de cambio constitucional que crearon el Sistema Nacional Anticorrupción. Más aún, vale la pregunta ¿por qué ante las varias denuncias de desvío de recursos federales que hizo la Auditoria Superior de la Federación ante la Procuraduría General de la República, la cual sigue dependiendo del Presidente, no se actuó en consecuencia? Si por razones políticas no se persiguió a los corruptos, eso sí fue una decisión que se tomó al más alto nivel y terminó por joder al país. ¿Qué se requiere que pase para que se den cuenta de que la corrupción y la impunidad es uno, sino es que el más importante fenómeno que inhibe la inversión y el crecimiento?

Segundo, el manejo de las finanzas públicas. El anterior Secretario de Hacienda le vendió al presidente la idea de que había que instrumentar una política fiscal expansiva, financiada con un creciente endeudamiento, para impulsar el crecimiento y él, el presidente, se la compró. Los resultados están a la vista. El gasto público ha seguido creciendo mientras que el saldo histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público llegarán este año a un poco más del 50% del PIB sin que haya habido un impacto sobre el crecimiento. Inclusive podríamos aventurar que el multiplicador del gasto público ha sido negativo: más gasto, menos crecimiento. Nos encontramos en una situación delicada ya que si las calificadoras de valores le quitan el grado de inversión a la deuda pública mexicana, habría un fuerte choque negativo sobre la economía con una repercusión sobre el crecimiento. Aunque obviamente no hubo intención per se de joder a México, puede terminar haciéndolo.

Tercero, la invitación a Trump, enemigo declarado de México. Haberlo recibido como presidenciable, impulsó su campaña electoral, además de haberse ganado la antipatía de Hillary Clinton. Esto claramente jodió a México. Para nuestro país en particular, el triunfo de Clinton es malo; el de Trump, peor. El presidente señaló que se "aceleró" con la invitación y que de poder regresar en el tiempo, lo habría hecho diferente. Ya ni modo; la percepción popular es que "nos pasó a joder".

Quiero pensar que efectivamente el presidente Peña tiene las mejores intenciones para México, tal como lo vimos con las reformas que salieron del Pacto por México. Si quiere demostrarnos que su intención no es joder, tiene que haber un cambio significativo: avanzar en el SNA, mayor transparencia y rendición de cuentas, manejo prudente de las finanzas públicas, etcétera. Si no, pasará a la historia como aquél que nos jodió.