Una buena manera de analizar el desempeño de una economía es comparando, uno, la evolución de su PIB por habitante y, dos, comparando ese PIB por habitante con el de otros países. De hacerlo así, ¿cuál es el resultado? Veámoslo.

En el 2004 el PIB por habitante, es decir, la producción promedio de bienes y servicios, medido en dólares, fue de 7 mil 196. En el 2005 (año en el cual el tipo de cambio promedio peso–dólar fue menor que en el 2004), aumentó a 8 mil 040 dólares, de tal manera que, el año pasado, el PIB por habitante registró un aumento del 11.7 por ciento, superior al incremento que registró el PIB: 3.0 por ciento.

Al respecto hay que recordar lo que dice Douglas C. North, premio Nóbel de Economía en 1993, en su obra El nacimiento del mundo occidental: “El auténtico crecimiento económico implica que la renta total de la sociedad aumente proporcionalmente más que la población”, lo cual da como resultado el incremento del PIB por habitante, tal y como sucedió en el 2005.

Analizado desde el punto de vista de North, resulta que el desempeño relativo (al número de habitantes), de la producción de bienes y servicios ha resultado mejor que el desempeño absoluto (sin relación con ninguna otra variable), de la producción de dichas mercancías. Comparado con el pasado reciente la evolución del PIB por habitante ha sido favorable. ¿Pero qué sucede si nos comparamos con otros países? Veámoslo.

El 20 por ciento de los países más pobres genera, en promedio, un PIB por habitante de 2 mil 409 dólares anuales. En el otro extremo, el 20 por ciento de los países más ricos genera, también en promedio, un PIB por habitante de 25 mil 062 dólares, al año. En México el PIB anual por habitante, fue, durante el primer trimestre del 2006, de 7 mil 907 dólares. La buena noticia es que nos ubicamos lejos de los últimos lugares, con un PIB por habitante 3.3 veces mayor que el de los países más pobres. La mala nueva es que igualmente lejos nos encontramos de los primeros lugares, con nuestro PIB por habitante siendo 3.2 veces menor que el de los países más ricos.

Prácticamente nos encontramos, en materia de PIB por habitante, a igual distancia de los peores que de los mejores, lo cual nos ubica, de nueva cuenta, en la mediocridad. Sí, estamos lejos de los últimos lugares, pero igualmente alejados de los primeros, lo cual nos coloca, no en la media, sino en la mediocridad, tal y como sucede cada vez que nos comparamos, en materias de economía, con otros países, y a las pruebas me remito: tanto la Heritage Foundation, como el Cato Institute, calculan índices de libertad económica, que pueden entenderse como índices de eficacia economía, siendo que en el índice de la primera México ocupa el lugar 59 entre 127 países, ubicándose, en el del segundo, en la posición 60 entre 157 naciones. En ambos casos nos encontramos lejos de los últimos lugares, pero igualmente alejados de los primeros. ¿Cómo llamarle a esa situación? Mediocridad.

Para terminar, cito nuevamente a North: “El crecimiento no tendrá lugar a menos que la organización económica existente sea eficaz”, organización económica que en México resulta, por decir lo menos, mediocre.