¡Qué curioso! Yo estoy convencido de que el liberalismo, entendido y practicado a la manera clásica, liberalismo clásico que es el liberalismo sin más, al que muchas veces se la opone como antítesis el socialismo, que es una de las principales corrientes de la izquierda, supone la igualdad justiciera de los seres humanos, a partir del reconocimiento del derecho de cada uno a vivir soberanamente su vida, con un solo limite: que esa vida vivida soberanamente no limite, ni mucho menos elimine, la soberanía de los demás.

¿Cuál es la manera correcta de entender la igualdad justiciera? ¿Como igualdad social, entendida como la igualdad, producto de la redistribución llevada a cabo por el poder político, en todo lo tocante a los satisfactores de la vida, de tal manera que uno no tenga más que otro, aunque el uno haya trabajado más que el otro? ¿La igualdad justiciera a la que se refiere Muñoz Molina es la igualdad social, tan cara a los izquierdistas, quienes la identifican con la justicia social?

Para los liberales la igualdad justiciera no puede ser otra cosa más que igualdad ante la ley, ¡primer reclamo de la verdadera justicia!, cuyo resultado es la justicia para todos, justicia no adjetivada, que encuentra su razón de ser en los derechos naturales de la persona, que son aquellos que la persona tiene por el simple hecho (que nunca es un hecho simple) de serlo. Para los liberales la igualdad justiciera no es la igualdad social, mucho menos entendida como igualdad, por obra y gracia de la redistribución, en lo que respecta a los satisfactores de la vida. Para los liberales la igualdad justiciera es la igualdad ante la justicia, y esa justicia no es la social, o cualquier otra limitada por algún adjetivo, sino la justicia sin más, que es la única justicia posible, y deseable, si la convivencia ha de ser civilizada.

¿Cuál es la manera correcta de vivir soberanamente la vida? Reconociendo que el límite a  mi soberanía se encuentra en la soberanía de los demás o, dicho de otra manera, reconociendo que yo soy soberano, y puedo actuar soberanamente, en todos los casos en los que esa actuación no limite o elimine la soberanía de los demás para actuar de la mis amanera, es decir, soberanamente. El límite de mi soberanía es la soberanía de los demás, y no debo reclamar para mí lo que no estoy dispuesto a reconocer y respetar en los demás.

Soberano es quien posee o ejerce una autoridad que es independiente (solamente depende de él) y suprema (no hay alguien con una autoridad mayor), autoridad autónoma y dominante que solo se debe aplicar a la propia vida, con un límite: reconocer y respetar en lo demás esa misma autoridad, ¡independiente y suprema!, que no es otra cosa más que el reconocimiento y el respeto de los derechos de los demás. Pero una vez cumplido ese respeto cada cual puede vivir, asumiendo las consecuencias, como le dé la gana que es, dicho sea de paso, la razón más sobrenatural que existe para actuar: en pleno uso de la libertad.

La igualdad justiciera, entendida como igualdad ante la ley, y el derecho de cada uno a vivir soberanamente, con el único límite de respetar esa misma soberanía en los demás, son ideales liberales, que se cumplen llevando a la práctica el liberalismo. Se puede argumentar, tal y como lo hace Muñoz Molina, que también son ideales de la izquierda, lo cual se explica porque, al final de cuentas, se trata de ideales humanos, pero con una diferencia: históricamente no han sido las sociedades organizadas de manera izquierdista las que han logrado que cada uno vida soberanamente su vida, con el único límite de que se respete la soberanía de los demás, lo cual supone, a manera de condición indispensable, la igualdad ante la ley y, ¡muy importante!, que la ley sea justa, algo que se olvida con frecuencia.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.