El principio de las naciones fuertes, entendiendo por ello aquellas en las cuales la convivencia es civilizada, entendiendo por ello el respeto a la vida, libertad y propiedad, respeto que deben practicar, ante todo, quienes detentan el poder político, es la moral, de ninguna manera el dinero, mismo que, con toda la importancia que tiene en términos de progreso económico, no deja de ser un medio de intercambio.

Aquellas naciones que enfrentan problemas, sobre todo problemas ocasionados por los gobernantes (mismos que surgen cuando el gobierno, además de gobierno, pretende ser desde ángel de la guarda, y preservar al gobernado de todos los males, ¡comenzando por los que pueda hacerse a sí mismo!, hasta hada madrina, y concederle todos los bienes, ¡comenzando por aquellos que puede conseguir por sí mismos!), o problemas ocasionados por los gobernados que los gobernantes no son capaces de resolver (quedando claro que los gobernantes no son responsables de resolver todos los problemas, razón por la cual, cuando hablo de los problemas ocasionados por los gobernados, me refiero a aquellos cuya solución sí es responsabilidad del gobernante, tal y como sería el caso de los delitos), son naciones que padecen una quiebra moral, aunque la mayoría de la gente, las más de las veces, no identifiquen el problema y, si lo hacen, no identifiquen su causa, mucho menos desde una perspectiva de respeto a la libertad individual y a la propeioad privada, siendo que ese respeto es el afán de los liberales.

Ahora bien, que la moral, y no el dinero, sea el principio de una nación fuerte, no quiere decir que para que una nación sea fuerte no requiera de un dinero que funcione correctamente, que preserve su poder adquisitivo, con todas las consecuencias que ello tiene sobre el bienestar de la gente, sobre todo de la que genera menos ingreso. Es más, una de las muestras más claras de la quiebra moral por la que atraviesa una sociedad es la pérdida del poder adquisitivo de su dinero, la cual atenta contra la propiedad privada y, desde el momento en el cual la propiedad es la condición de posibilidad de la libertad, atenta también en contra de la libertad individual, todo lo cual es el resultado de las políticas monetarias inflacionistas del gobierno, producto de violar la propiedad privada y la libertad individual, consecuencia de la quiebra moral.

No hay nación fuerte con dinero débil, pero ello no quiere decir, tal y como lo apunta Jefferson, que el dinero, y no la moral, sea la causa de la fortaleza de una nación. Es más, creer que lo dicho por Jefferson es correcto, es muestra de la quiebra moral que afecta ya a una nación, ya que supone afirmar, por poner un ejemplo, que resulta más importante el medio de intercambio que la virtud, lo cual no pasa de ser un despropósito, sin olvidar que sin virtud, en este caso de las autoridades monetarias, el dinero pierde poder adquisitivo, la inflación hace su aparición, sus estragos no se hacen esperar, afectando más a quienes menos tienen.

La mayoría de los problemas graves que afectan a las sociedades, desde las guerras hasta las inflaciones, son la consecuencia directa de la falta de moral, comenzando por la falta de moral de los gobernantes, solapada por la falta de moral de los gobernados, cuya primera manifestación es su conducta, no de ciudadanos, sino de súbditos, producto de la quiebra moral que los afecta.

La moral, no el dinero, es el fundamento de las sociedades civilizadas, y el que así sea es la razón de que muchas sociedades sigan siendo bárbaras, no con una barbarie bárbara (por ejemplo: aquella en la cual se esclaviza con cadenas), sino con una barbarie civilizada (por ejemplo: aquella en la cual se esclaviza con impuestos), lo cual no las hace menos bárbaras.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.