¿Cuál es el principal poder del gobierno, de cualquier gobierno? El poder cobrar impuestos, es decir, el poder obligar al gobernado a entregar parte del producto de su trabajo, con todo lo que ello supone, primero, en términos de la propiedad y, segundo de libertad, siendo ambas las dos caras de la misma moneda: la propiedad es la condición de posibilidad de la libertad, de tal manera que, en la medida en la que se limita o elimina la primera, se limita y elimina la segunda. Así las cosas, ¿qué reclama, del gobierno, el respeto a la libertad y propiedad de la persona? Que el gobierno las limite, únicamente, en la proporción necesaria para garantizar que nadie más atentará contra ellas.

Además del poder para cobrar impuestos, todo gobierno puede, primero, prohibir que unos gobernados le hagan daño a otros; segundo, prohibir que los gobernados se hagan daño a sí mismos y, tercero, obligar que unos gobernados le hagan al bien a otros. En el segundo caso - prohibir que los gobernados se hagan daño a sí mismos -, el gobierno viola la libertad individual, cuyo ejercicio debe permitirse con un solo límite: el respeto a los derechos de los demás. En el segundo caso - obligar que unos gobernados le hagan al bien a otros – se viola la propiedad privada, ya que la manera en la que el gobierno lo hace es quitándole a unos para darle a otros, es decir, redistribuyendo.

El poder del gobierno se justifica, únicamente, si se usa para prohibir que unos gobernados le hagan daño a otros y, suponiendo que la prohibición no surta efecto (cosa que sucede a menudo), para castigar a quien dañe a los demás. Para garantizar la seguridad contra la delincuencia (prohibir que unos gobernados dañen a otros), y para impartir justicia (castigar a quien dañe a los demás y, de ser posible, resarcir a la víctima), el gobierno necesita recursos, que debe obtener del bolsillo de los gobernados cobrándoles impuestos. ¿Pero qué sucede cuando el gobierno pretende, además de garantizar la seguridad contra la delincuencia, y de impartir justicia, evitar que nos hagamos daño a nosotros mismos y obligarnos a hacerle el bien a los demás? Lo que sucede es que viola la libertad individual, y la propiedad privada, por partida doble, lo cual, si por partida simple es grave, por partida doble resulta gravísimo.

Me explico. Supongamos que en su afán de ser, además de gobierno, ángel de la guarda, el gobierno le prohíbe a sus gobernados, con el fin de que no se dañen a sí mismos, dormir menos de ocho diarias. ¿Cuál sería el resultado de esa prohibición? En primer lugar la violación de la libertad individual: prohibirle a la persona decidir qué hacer con su tiempo y, en segundo término, la violación de la propiedad privada: prohibirle a la persona elegir qué hacer con su tiempo[1]. Pero además, el gobierno tendría que cobrar impuestos para pagarle a los inspectores que vigilan que, efectivamente, las personas duerman ocho diarias, y para pagarle a los jueces encargados de juzgar a quien sea acusado de no hacerlo, y para pagarle al verdugo encargado de castigar a quien sea encontrado culpable del delito de no dormir ocho diarias, cobro de impuestos que degenera en una segunda violación de la propiedad privada y, por ello, de la libertad individual.

¿Qué sucede cada vez que el gobierno se expande por pretender hacer algo más que garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia? La libertad individual se contrae, tal y como se ha contraído al paso de la expansión de los gobiernos.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.