¿Alguien no está de acuerdo con la cita de Locke? ¿Alguien es capaz de afirmar que el ser humano no es propietario de sí mismo y que él no es, al final de cuentas, como lo señala Karol Wojtyla en Persona y acción, su única verdadera posesión, en el sentido de que es la única que le resulta realmente inalienable? Y si el ser humano es propietario de sí mismo, ¿no lo es también de su trabajo, tanto del que sale de sus manos, como del que procede de se cerebro? Y si es propietario de su trabajo, ¿no lo es también del fruto de su trabajo? Es más, ¿qué la expresión ser propietario de su trabajo no quiere decir ser propietario del producto de su trabajo? Aceptando que así es, ¡y así es!, entonces llegamos a la conclusión de que cualquier ser humano tiene derecho al producto íntegro de su trabajo, lo cual supone reconocer el derecho que tiene a la propiedad de sí mismo, que no es otro más que el derecho a la libertad: que el ser humano sea propiedad de sí mismo implica, antes que cualquier otra cosa, que puede hacer consigo mismo lo que le dé la gana, con un solo límite: el respeto a los derechos de los demás, lo cual supone que, en reciprocidad, los demás respetaran sus derechos.

Si el ser humano tiene derecho al producto íntegro de su trabajo, ¿cómo se justifica el cobro de impuestos, por el cual el gobierno obliga al contribuyente a entregar parte del producto de su trabajo y, por lo tanto, de su trabajo? Se justifica en la medida en que los recursos recaudados se usan para que el gobierno le asegure a la persona que nadie más le quitará lo que es suyo (garantizar la seguridad contra la delincuencia), y que, si alguien lo hace, ella será resarcida y el delincuente castigado (impartir justicia).

¿Pero qué sucede cuando el gobierno cobra impuestos con fines redistributivos, es decir, cuando le quita a unos para darle a otros? Lo que sucede es que obliga a unos a entregar parte del producto de su trabajo a otros, obliga a unos a trabajar en beneficio de otros, no limitándose a prohibir que se dañe a los demás, sino obligando a que se les beneficie. En este caso los impuestos obligan al ser humano a trabajar, no para sí mismo, sino para alguien más, lo cual da como resultado la esclavitud, que el diccionario define como “la sujeción por la cual una persona se ve sometida a otra”. Y eso, la sujeción de unos a otros, es lo que sucede cuando el gobierno cobra impuestos con fines redistributivos.

¿Cuánta gente está consciente de que el cobro de impuestos con fines redistributivos supone que el gobierno obliga a unos a trabajar en beneficio de otros, lo cual viola la libertad y la propiedad de la persona? ¿Cuánta gente está consciente de que la obligación, impuesta por el gobierno, de que unos trabajen en beneficio de otros, da como resultado la esclavitud, no total, pero sí parcial? ¿Cuánta gente está consciente de que el cobro de impuestos con fines redistributivos es un robo con todas las de la ley? ¿Cuánta gente está consciente de que cualquier gobernante (limosnero), entregando bienes y servicios a favor de unos (mendigos), implica habérselos quitado a otros (contribuyentes)?

La persona es propietaria de sí misma, lo cual implica que es propietaria de su trabajo y del producto de su trabajo, y la única tarea del gobierno debe ser reconocer y garantizar estos derechos - a la libertad y a la propiedad -, lo cual reclama que la persona ceda parte del producto de su trabajo, y por lo tanto de su trabajo, ¡y por lo tanto de sí misma!, para que el gobierno evite que alguien le haga un mal, violando su libertad o propiedad. El abuso surge cuando el gobierno impone la obligación, por medio del cobro de impuestos con fines redistributivos, de hacerle el bien a los demás, por lo cual se obliga a unos a trabajar favor de otros, lo cual no deja de ser un tipo de esclavitud, muy extendida en estos tiempos en los cuales gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir. ¿Qué gobierno, de izquierda, centro o derecha, no redistribuye?

Por ello, pongamos el punto sobre la i.