Al final de cuentas, aunque con menos restricciones que los gobernados (no es lo mismo, por ejemplo, en el caso de un empresario, tener que convencer al consumidor para que, comprando el producto que le ofrece, genere un ingreso, que el del gobernante, a quien le basta con obligar al gobernado a entregarle, por medio del cobro de impuestos, una parte del producto de su trabajo), los gobernantes también enfrentan el problema de la escasez, de tal manera que, por más grande que sea el presupuesto con el que cuentan, nunca será suficiente, mucho menos en estos tiempos de Estado Benefactor (aunque ya no se le llame así), combinado con democracia (que ha degenerado en mercado electorero), combinación que les ha hecho creer, a los gobernados, que el gobierno debe protegerlos de todos los males (gobierno ángel de la guarda) y concederles todos los bienes (gobierno hada madrina), creencia que los gobernantes comparten, y basta ver qué hacen en el día a día para darse cuenta de ello.

El problema que enfrentan los gobernantes es el mismo que enfrenta cualquier agente económico. La escasez, es decir, el hecho de que no todo alcanza para todos, menos en la cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos al precio que uno quisiera pagar, que, al final de cuentas, es cero. Y es esa escasez, como lo señala Friedman, la que le impide a los gobernantes hacer más cosas, como si, por hecho de ser tales, gobernantes, debieran hacer más cosas, cada vez más cosas, siempre más cosas, como si de todo ello dependiera, de manera muy importante, el progreso y el bienestar de los gobernados, siendo que, bien vistas las cosas, resultan ser al revés: el progreso y el bienestar de los gobernantes depende de las tareas que desempeñan los gobernados, del ingreso que al desempeñarlas generan, y de la parte de ese ingreso con la que, a la hora de cobrar impuestos, se quedan los gobernantes, de tal manera que no hay nada que el gobierno les dé a los gobernados, que previamente no les haya quitado, afirmación tan cierta como que dos más dos son cuatro.

Hay que tener en cuenta, para comprender mejor la frase de Friedman, que cada vez que el gobierno hace algo más que garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia, lo que hace es redistribuir, es decir, quitarle a unos para darle a otros, lo cual viola la propiedad privada y la libertad individual, siendo que la única tarea que justifica su existencia es defender la vida, libertad y propiedad de los gobernados, para lo cual debe garantizar la seguridad contra la delincuencia y, de fallar en el intento, impartir justicia, tareas que requieren un determinado presupuesto, pero no tan grande como el que demanda la redistribución, sobre todo si se pretende que el gobierno, además de ser gobierno, y de garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia, sea desde ángel de la guarda, y nos preserve de todos los males, hasta hada madrina, y nos conceda todos los bienes, responsabilizándose por aquello que es responsabilidad de cada cual, desde conseguir el alimento necesario, la educación indispensable, la medicina oportuna, hasta la cuna para los hijos y la tumba para los padres, etc., etc..

Lo único que impide que el gobierno haga cada vez más cosas, limitando por ello cada vez más la libertad individual y la propiedad privada, es la escasez del presupuesto con el que cuenta, presupuesto que hoy, mañana o pasado mañana, de una u otra manera, por una u otra vía, siempre sale del bolsillo de los contribuyentes, presupuesto que, al final de cuentas, nunca puede ser mayor que el ingreso generado por los contribuyentes, lo cual nos lleva a la conclusión de que a mayor presupuesto del gobierno menor presupuesto para los gobernados y a la siguiente pregunta: peso sobre peso, quién gastará mejor, ¿el gobernado o el gobernante?

Por ello, pongamos el punto sobre la i.