¿A qué gasto se refiere Mises? Al gasto del gobierno. ¿Cuál es la expansión crediticia a la que alude? La que tiene lugar cuando el banco central emite dinero (imprime billetes y acuña monedas), sin respaldo en una mayor oferta de bienes y servicios, dinero que va a dar a manos de los gobernantes, quienes lo gastarán, al menos ese es el discurso oficial, en beneficio de los gobernados, expansión crediticia inflacionaria, y mayor gasto gubernamental, financiado con esa expansión crediticia inflacionaria, de los cuales depende, ¡ese es el discurso oficial!, el bienestar y el progreso de los gobernados.

Más allá de los sueños de los gubernamentólatras la realidad es otra. El progreso y el bienestar depende, uno, del aumento en la oferta de crédito (no de la expansión crediticia), consecuencia del incremento en el ahorro (no de la emisión primaria de dinero) y, dos, del gasto de dichos ahorros en inversiones directas, que son las crean empresas, producen bienes y servicios, generan puestos de trabajo y les permiten a la gente obtener ingresos (no del gasto gubernamental).

No es el gasto gubernamental, mucho menos el financiado con emisión primaria de dinero, el que hace posible, ni una mayor producción de bienes y servicios (dimensión cuantitativa), ni mucho menos una mejor producción de tales mercancías (dimensión cualitativa), sino la inversión directa de los particulares, financiada con el ahorro de los particulares, por más que los gubernamentólatras opinen lo contrario, convencidos, no por razones, sino por dogmas, de que sin la acción gubernamental, ¡sin una acción gubernamental cada vez más amplia y profunda, que abarque más hacia arriba, hacia abajo, hacia atrás, hacia adelante y hacia los lados!, no hay salvación posible, ¡para nadie!

A los gubernamentólatras se les pueden presentar argumentos en contra de sus creencias, y se les pueden señalar experiencias que contradicen los resultados de llevar a la práctica sus creencias, y nada de ello los hará recapacitar, recapacitación que tendría como consecuencia el repliegue del gobierno, algo que, en términos generales, y con una visión de largo plazo, no ha sucedido: hoy el gobierno está metido en ámbitos de las vidas de los gobernados que, desde el punto de vista de lo que realmente demanda el respeto a la libertad individual y a la propiedad privada, resulta insoportable. Y, sin embargo, los gobernados lo soportan, no dándose cuenta de lo que está pasando, como si todo lo que hacen los gobernantes, precisamente por ser ellos quienes lo hacen, resultara, desde eficaz, hasta justo.

En muchas ocasiones no son los gobernantes, sino los gobernados, quienes creen ciegamente en las bondades del gobierno, sobre todo cuando el mismo, convertido en hada madrina, y por ello con la intención de conceder todos los bienes, asume la responsabilidad por el bienestar del gobernado, quien le demanda: “No me compliques la vida, no me perjudiques, ¡pero ayúdame, que ese es mi derecho y esa tu obligación!”, obligación que el gobernante asume con singular alegría, y basta revisar los presupuestos de egresos de los gobiernos (en qué gastan los gobiernos), para darnos cuenta de ello, sin olvidar que no hay nada que el gobierno le dé a un gobernado, que previamente no se lo haya quitado, o a él, o a otro. En el primer caso el gobierno engaña, en el segundo roba.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.