El objetivo lo consiguieron. ¿Cuál? Hacerle creer a la gente que la producción de dinero debe ser un monopolio estatal. ¿Quiénes? Quienes monopólicamente, por medio de una institución estatal, producen el dinero: los banqueros centrales.

Hoy la mayoría de la gente da por descontado que el dinero debe producirlo un banco central, razón por la cual no son capaces de imaginar ninguna alternativa, motivo por el cual rechazan, como absurda, cualquier opción que no sea la de la banca central, todo lo cual lo digo con conocimiento de causa, a partir de la reacción de mis alumnos cuando, en clase, toco el tema y les menciono cuáles podrían ser las alternativas al dinero fiduciario (sin valor intrínseco, sin respaldo de ningún tipo), ofrecido monopólicamente por una entidad estatal, el banco central (que podrá ser autónomo del gobierno, pero que no por ello deja de ser estatal), e impuesto por ley (por la fuerza, eliminando la libertad de elección) como único dinero de curso legal.

Aceptando, con realismo, que la sustitución del sistema monetario basado en dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por un banco central estatal, e impuesto por ley como único dinero de curso legal, por algún otro basado en el dinero mercancía, producido competidamente por oferentes privados, y respetando la libertad de los agentes económicos para elegir con qué dinero pagar y ser pagados, aceptando que esa sustitución, hoy por hoy resulta utópica, lo que debemos exigir es que, precisamente por tratarse de un sistema que sintetiza los peor de tres mundos  - 1) el del dinero fiduciario; 2) el del monopolio estatal; 3) el de la imposición legal -, se definan claramente las reglas para la producción de dinero, para la impresión de billetes y la acuñación de monedas, para lo que se conoce como emisión primaria de dinero. Ya lo dice Murphy: a los banqueros centrales no se les puede confiar la producción de dinero, ¡mucho menos si no existe un control formal sobre dicha producción!

El problema no se limita al dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por un banco central del Estado, e impuesto por ley como único dinero de curso legal. Es más, nada de ello es el problema de fondo, consistiendo éste en el poder de las autoridades monetarias para producir dinero de manera ilimitada, es decir, sin un control formal sobre la producción del mismo, o, dicho de otra manera, sin una regla que indique en qué proporción debe aumentar, o disminuir, la producción de dinero, producción que hoy las autoridades monetarias deciden de manera discrecional, con el fin, si bien nos va, de mantener la estabilidad de precios y el poder adquisitivo del dinero, fin para el cual hay que señalar el medio, siendo esto lo que falta en materia de producción de dinero.

El dinero es el medio de intercambio de la riqueza, de tal manera que, si se ha de mantener su poder adquisitivo, lo cual supone evitar tanto la inflación como la deflación, la cantidad del mismo ha de cambiar, en la misma proporción, y en el mismo sentido, en el que cambia la cantidad de riqueza producida, algo que resulta imposible conocer en tiempo real, motivo por el cual Milton Friedman propuso, como norma para la producción de dinero, su regla monetaria: adoptar una tasa de crecimiento del dinero igual a la tasa promedio del crecimiento de la riqueza (el PIB) en los últimos años, regla monetaria que, ante la discrecionalidad con la que producen dinero las autoridades monetarias, resulta indispensable.

Insisto: el problema de fondo no consiste en el dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por un banco central estatal, e impuesto por ley como único dinero de curso legal, sino en el poder de las autoridades monetarias para producir dinero de manera ilimitada, sin un control formal, literalmente out of thin air.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.