¿Cuáles son los excesos a los que se refiere Barraca Mairal, en los cuales caen, más por regla que por excepción, los juristas, comenzando por los legisladores, encargados de redactar y promulgar las leyes? El querer reglamentar, desde afuera y desde arriba, toda la conducta humana, como si de las reglas redactadas y promulgadas por ellos, ¡desde afuera y desde arriba!, dependiera la felicidad del ser humano, siendo que, una y otra vez, comprobamos que ese intento, el de reglamentar la vida del ser humano de la A a la Z, y hacerlo desde afuera y desde arriba, por lo que tiene de eliminación de la libertad individual, consigue exactamente lo contrario: la infelicidad.

Es cierto que el ser humano, sobre todo si convive con alguien más, independientemente del tipo y grado de convivencia de que se trate, debe establecer y respetar ciertas reglas, las mínimas necesarias para que la convivencia resulte civilizada, lo cual demanda el respeto a los derechos del otro, respeto que ya es suficiente para establecer la primera regla: ¡Respetarás los derechos de los demás!

Esa primera regla del juego, la más básica de todas, con todas las concreciones que resulten necesarias – por ejemplo: no matarás, no esclavizarás, no robarás, etc. -, debe ser redactada y promulgada desde afuera y desde arriba, por una autoridad capaz de hacerla valer y, de fallar en el intento, de castigar al violador. Desde afuera, ¿de dónde? De la voluntad de los gobernados. Desde arriba, ¿de qué? De la voluntad de los gobernados. Desde afuera: esa regla del juego, la más básica de todas, debe serle impuesta a los gobernados, desde afuera, al margen de su voluntad, de la misma manera que les debe ser impuesta desde arriba, más fuerte que su voluntad.

Solamente el respeto a los derechos de los demás justifica que se le imponga al ser humano, desde afuera y desde arriba, una regla, sometiéndosele a la misma y castigándosele cuando no se someta, razón por la cual cualquier otra regla que tenga como fin, no el respeto a los derechos de los demás, sino un objetivo distinto, y que se le imponga al ser humano desde afuera y desde arriba, resulta injusta. ¿Y qué otros fines, además de prohibir dañar a otros, pueden perseguir las reglas? En términos generales dos: obligar a hacer el bien a alguien más y prohibir hacerse daño a uno mismo, todo lo cual debe ser el resultado de una decisión libre, de reglas del juego redactadas y promulgadas desde adentro y desde abajo. Desde adentro: el ser humano las redacta de manera autónoma, pudiendo derogarlas en cualquier momento, sin que nadie se lo impida. Desde abajo: el ser humano se las impone libremente a sí mismo, pudiendo violarlas, también, en cualquier momento, sin que nadie lo llame a cuentas.

Lo anterior quiere decir que al ser humano se le debe obligar, con reglas redactas desde afuera y desde arriba, a no dañar a los demás, y dejarlo en libertad para, hacerse daño a si mismo, y hacerle el bien a los demás, lo cual dependerá, en cada caso, de las reglas que cada quien, desde adentro y desde abajo, redacte y promulgue para sí mismo. Lo primero – prohibirle al ser humano que dañe a los demás -, es un asunto legal; lo segundo - dejarlo en libertad para hacerse daño a sí mismo y hacerle el bien a los demás -, es un asunto ético. Lo primero (no dañar a los demás) tiene que ver con la justicia, lo segundo (no dañarse a sí mismo) con la prudencia, y lo tercero (hacerle el bien a los demás) con la benevolencia, justicia que es asunto legal, prudencia y benevolencia que son cuestiones éticas, siendo responsabilidad del legislador lo que tiene que ver con la justicia, no con lo que tiene que ver con la ética, pese a lo cual, porignorancia, vanidad o interés, los legisladores legislan al respecto. ¿Resultado? Eliminación arbitraria de la ética y, por ello, de la libertad.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.