Las malas personas, ¿nacen malas? ¿Se hacen malas? Y si se hacen malas, ¿cuál es la causa de tal hechura? Para Skaskiw esa causa son las ideologías, utilizando el término, obviamente, en su sentido peyorativo, entendido no como el conjunto de ideas fundamentales que, de forma realista, caracteriza el pensamiento de una persona, sino como el conjunto de ideas esenciales que, de manera idealista, e inclusive utópica, define lo que una persona piensa y, todavía más importante, lo que cree debe ser.

Pongo un ejemplo, del ámbito de la economía. En el mercado las personas, convertidas en agentes económicos, actúan de manera egoísta y racional: egoísta, es decir, buscando su propio provecho; racional, esto es, buscándolo al menor costo posible. A partir del reconocimiento de esta realidad se puede elaborar un conjunto de ideas fundamentales en torno al mercado, la primera y más importante de las cuales es ésta: si ha de haber mercado, es decir, intercambio entre oferentes y demandantes, con todo lo que ello tiene de ventaja sobre la autarquía, ventaja que se inicia con la división del trabajo que multiplica la productividad y la producción, los agentes económicos deben actuar de manera egoísta y racional, para lo cual se les debe dejar actuar de tal manera, cada uno buscando su propio provecho, para lo cual el vendedor debe beneficiar al comprador, ofreciéndole lo que necesita, y éste a aquel pagándole el precio que pide (ésta es, Rigoberto Stewart dixit, la magia del comercio; ésta es, Adam Smith dixit, la mano invisible en acción).

¿Qué pasa si, con las mejores intenciones, muchas de las cuales han empedrado el camino al infierno, alguien considera que los agentes económicos deben actuar, no de manera egoísta, sino altruista, y no de forma racional, sino irracional, de tal manera que cada uno, a la hora del intercambio, no busque su provecho, sino el de la contraparte, y lo busque al mayor costo posible? Lo que sucede, simple y llanamente, es que no habrá intercambio, y por lo tanto tampoco habrá mercado, y por ello tampoco habrá división del trabajo, quedando como única posibilidad la autarquía, con todas sus limitaciones.

Además hay que tomar en cuenta que si alguien considera que los agentes económicos deben actuar, no de manera egoísta, sino altruista, y no de forma racional, sino irracional, ese alguien debe tener el poder para imponer tal comportamiento, de tal manera que cada cual, a la hora del intercambio, no busque su provecho, sino el de la contraparte, y lo busque al mayor costo posible, todo lo cual supone actuar en contra de la naturaleza, con todas las consecuencias que un economista sensato es capaz de predecir, predicción que se resume de la siguiente manera: desaparición del mercado.

Quien reconoce que en el mercado el ser humano, convertido en agente económico, actúa de manera egoísta y racional, y a partir de esa realidad elabora un conjunto de ideas fundamentales en torno al mercado, tienen una ideología correcta. Por el contrario, quien cree que, convertido en agente económico, el ser humano debe actuar en el mercado de forma altruista e irracional, tiene una ideología incorrecta, ya que ha elaborado un conjunto de ideas esenciales en torno al mercado que corresponden a lo que él cree debe ser no a lo que en realidad es, habiendo realidades que se pueden cambiar sin destruirlas, tal y como es el caso del mercado.

Sé que mi ejemplo es extremo, pero siguiendo en esto la muestra que una y otra vez nos da Bastiat (la de poner ejemplos absurdos, como el de la petición de los productores de candelas,  con el fin de aclarar las ideas), he recurrido al mismo para entender qué sucede cuando la ideología incorrecta se apodera de la mete de quienes tienen el poder para intentar llevarla a la práctica: se disloca, por la violencia que se ejerce contra la libertad individual y la propiedad privada, el orden natural de las cosas.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.