Lo que dice Rojas es cierto; uno de los comunes denominadores de la izquierda es su ignorancia en materia de economía, ya se trate de la izquierda agrupada, por ejemplo, en la socialdemocracia, ya, en el otro extremo, de la que se identifica con el marxismo revolucionario (en términos generales el marxismo es, tal y como en su momento lo demostró Eugen von Böhm – Bawerk en su obra clásica Capital e interés, un conjunto de ocurrencias y disparates, no de verdades científicas).

Sin embargo, y suponiendo que esa izquierda que Rojas adjetiva como honesta aprendiera los más básicos principios de la ciencia económica (por ejemplo: la escasez), y comprendiera lo que de ellos se deriva (por ejemplo: que no todo alcanza para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera; en pocas palabras: el costo de oportunidad), aún así persistiría el principal problema de la izquierda, que no es otro más que el común denominador que la identifica: su propósito expoliatorio, es decir, su gusto por la redistribución de la riqueza, como si la riqueza fuera un don de Dios, a disposición de todos los seres humanos, susceptible de ser repartida entre todos en función de criterios que pueden ir desde la igualdad hasta la garantía de un mínimo de bienestar, de la misma manera que, entre todos los comensales, se reparten las rebanadas del pastel. La riqueza no es un don de Dios (no depende de la Creación divina), sino consecuencia del trabajo humano (es el efecto de la creatividad humana), de tal manera que, de entrada, como consecuencia del acto productor del ser humano, esa riqueza, la producida por X, es propiedad de X.

Insisto: la riqueza producida por X es propiedad de X, riqueza que puede ser desde el salario del trabajador (ingreso generado al cooperar en la producción de bienes y servicios) hasta la utilidad del empresario (ingreso generado por haber respondido correctamente las preguntas ¿qué producir? y ¿cómo producirlo?), propiedad que obliga a preguntar qué justifica que el gobierno, ¡porque siempre es el gobierno!, obligue, vía el cobro de impuestos, al gobernado a entregarle parte del producto de su trabajo, es decir, parte de la riqueza que produjo, con el fin de dársela, en efectivo o en especie, a alguien más, siendo que en eso, en la redistribución, consiste el común denominador de la izquierda, redistribución que no es otra cosa más que un robo con todas las de la ley, de lo cual concluimos que la izquierda es amiga de lo ajeno, razón por la cual resulta un tanto cuanto difícil calificarla de honesta.

La izquierda, ¡toda!, es por esencia deshonesta, y no por el fin que persigue – que los seres humanos vivan mejor -, sino por el medio que propone para conseguirlo: la redistribución de la riqueza, no su producción, redistribución que supone obligar a unos, bajo amenaza de sanción, a entregar parte de su riqueza, es decir: del producto de su trabajo, para dársela a otro (sin olvidar la “comisión” que el redistribuidor cobra por hacer su trabajo), lo cual, sobre todo por lo de obligación bajo amenaza de sanción, coincide con la definición de robo. ¿Conclusión? La izquierda es amiga de lo ajeno.

Podemos hablar de una izquierda inteligente, la que ya entendió que para que la redistribución sea la mayor posible se requiere que la producción de riqueza sea también la mayor posible, y que para lograr esto último se necesita de la economía de mercado, al menos en su primer momento, el del laissez faire (dejar hacer), para que una vez que la producción de riqueza haya sido la mayor posible aparezca el redistribuidor, cuya primera tarea es la recaudación de impuestos, mismos que, ya recaudados, se redistribuirán entre los beneficiarios de esa expoliación legal, con lo cual, y por lo cual, se viola el segundo momento de la economía de mercado, el del laissez avoir (dejar poseer), razón por la cual la misma deja de ser economía de mercado, cuyos dos pilares son la libertad individual (laissez faire) y la propiedad privada (laissez avoir). ¿Conclusión? La izquierda es incompatible con la economía de mercado, es decir, con la libertad individual y la propiedad privada.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.