¿En qué consiste el poder del gobierno? En limitar la libertad individual, limitación ante la cual debe responderse la siguiente pregunta: ¿en qué caso se justifica? La única respuesta correcta es: cuando el individuo usa su libertad para dañar a otro. Las únicas limitaciones que el gobierno debe imponer a la libertad individual son las siguientes: no matar (respeto a la vida); no esclavizar (respeto a la libertad); no robar (respeto a la propiedad). Cualquier otra limitación resulta una arbitrariedad que viola, precisamente, esos derechos - a la vida, libertad y propiedad -, limitaciones que son el pan nuestro de cada día, ya se trate de un gobierno democrático, ya de uno autocrático, debiendo tener claro que la corrección, o incorrección, del quehacer gubernamental no depende de la manera, democrática o autocrática, en la que se tomen las decisiones, sino de la naturaleza misma de dichas tareas. Un robo es un robo, ya lo haya decidido una mayoría, ya lo haya dispuesto una sola persona.

La democracia, para que no degenere en tiranía de la mayoría, debe tener como límite el respeto a la vida, la libertad y la propiedad de las personas, para lo cual se requiere que se entienda y respete la relación entre libertad individual y propiedad privada, relación por la cual la segunda es la condición de posibilidad de la primera, en el sentido de que es la propiedad privada la que aporta los medios necesarios para poder realizar lo que la libertad individual ha decidido. La libertad individual tiene que ver con el querer, la propiedad privada con el poder, y el querer sin el poder es estéril, libertad meramente formal nunca real.

Lo que Velasco está diciendo es que a la democracia hay que adjetivarla, y que el único adjetivo correcto es liberal, lo cual quiere decir que las decisiones de la mayoría llegan hasta donde empiezan los derechos del individuo. Una mayoría no debe (por más que pueda, y que dicho poder se ejerza habitualmente) decidir sobre la vida, la libertad y la propiedad de otros, salvo en el caso en el que la vida, la libertad y la propiedad se usen para agredir a otro, es decir, para atentar contra la vida, la libertad y la propiedad de alguien más, derechos cuyo respeto irrestricto, ¡comenzando por el gobierno!, es la esencia de la convivencia civilizada.

Lo que importa no es quién (una mayoría o uno solo) hace algo, sino qué es (respetar o violar los derechos de la persona) lo que se hace. Un autócrata puede ser respetuoso de los derechos de los gobernados, al tiempo que una democracia puede no serlo. Es más: considero que resulta más fácil que un autócrata sea respetuoso de los derechos de las personas que una democracia, lo cual quiere decir que la democracia no es parte esencial del liberalismo, pudiendo llegar a ser su principal enemiga, mucho más poderosa que el autócrata. Autocracia no es sinónimo de violación de derechos, de la misma manera que democracia no lo es de respeto. Todo depende de lo que el gobernante haga en cada caso, y las arbitrariedades pueden pasarse por alto más fácilmente si han sido decididas por una mayoría que si han sido dispuestas por una sola persona, sobre todo en estas épocas en las que muchos identifican democracia con esquemas redistributivos, redistribución que, al limitar la propiedad privada, y dado que ésta es la condición de posibilidad de aquella, limita en la misma medida la libertad individual.

Un gobierno democrático ilimitado (vale cualquier cosa que haya decido la mayoría) puede ser más peligroso que el más peligroso de los gobiernos autocráticos (vale todo lo que haya dispuesto el autócrata), amenaza ante la cual hay que tener presente que la corrección, o incorrección, del quehacer del gobierno no depende de la manera, democrática o autocrática, en la que se tomen las decisiones de lo que ha de hacerse, sino de la naturaleza misma de lo que se hace.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.