Si hay algún sustantivo que pierde sustancia al ser adjetivado ese es justicia, independientemente de cuál sea el adjetivo que se le endilgue: social, distributiva, conmutativa, etc. Que pierda sustancia quiere decir que deja de ser lo que debe ser, de tal manera que la justicia social será social (cualquier cosa que eso signifique) pero deja de ser justicia, de la misma manera que la justicia distributiva (que es robo) y la conmutativa (que es un desatino) será conmutativa y distributiva pero no justicia. En el caso de la justicia cualquier adjetivo con el que se la califique la convierte en injusticia.  Intentar hacer realidad la justicia social, la distributiva o la conmutativa supone, necesariamente, que quien está encargado de la tarea cometa injusticias.

La justicia conmutativa se define como la igualdad en el valor de las mercancías intercambiadas, ¡igualdad que haría imposible cualquier intercambio! Si el valor de la mercancía que voy a recibir es igual al valor de la mercancía que voy a ceder, ¿para qué cederla? ¿Cuál es el principio básico del intercambio? Que el valor de lo recibido (comprado) sea mayor que el valor de lo cedido (vendido), por lo que la justicia conmutativa resulta un disparate. ¿Qué supone la justicia en los intercambios? Que el vendedor le entregue al comprador lo pactado y que el comprador le pague al vendedor el precio acordado. ¿De qué se trata? De justicia sin adjetivos, es decir, del respeto al derecho de cada uno.

La justicia distributiva, a la que hace referencia Raphael, se define como lo correcto en materia de la asignación de los bienes entre los miembros de una sociedad, definición que plantea la siguiente pregunta: ¿qué criterio debe usarse para asignarlos? Dichos criterios pueden ser varios: las necesidades (a cada uno se le asignarán los bienes indispensables para la satisfacción de sus necesidades); la igualdad (a todos se les asignará la misma cantidad de bienes); el mérito (a cada uno se le asignarán bienes según sus merecimientos) que son los criterios señalados por Raphael. Lo importante, a la hora de buscar la respuesta correcta a la mentada pregunta, es no olvidar, uno, que los bienes son escasos y, dos, que antes de asignarlos hay que producirlos, por lo que la asignación en función de alguno de los elementos de la trilogía necesidades/igualdad/mérito resultará, uno, insuficiente y, dos, injusta. La única manera justa de asignar los bienes es en función del poder adquisitivo de cada quien, es decir, de su capacidad para generar riqueza, lo que podríamos llamar mérito productivo, que es uno de los muchos méritos posibles, el único aceptable en términos de la justicia distributiva. ¿De qué se trata? Nuevamente de justicia sin adjetivos, del respeto al derecho de cada cual.

Por último, por justicia social se puede entender, de manera sencilla pero ilustrativa, o aquella situación en la cual a todos los integrantes de una colectividad se les[1] garantiza el mínimo indispensable para subsistir (socialismo) o aquella en la cual a todos se les garantizan los mismos satisfactores (comunismo), lo cual pudiera parecer correcto, de no ser por un pequeño detalle: tanto el socialismo como el comunismo implican la redistribución, es decir, que el gobierno le quite a unos para darle a otros, lo cual, al pan pan y la vino vino, es un robo, contrario a la justicia sin adjetivos, violatorio del derecho de cada uno.

Hoy en día, y basta oír a los políticos y gobernantes para comprobarlo (incluidos, ¡qué vergüenza!, algunos liberales), por justicia distributiva se entiende, generalmente, justicia social, es decir, expoliación legal, que viola la propiedad privada y, dado que ésta es la condición de posibilidad de la libertad individual, también viola a esta última, todo ello pan nuestro de cada día.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.